La invasión del móvil
El móvil ha cambiado nuestras vidas, nuestro sentido de la intimidad, de la soledad y la instantaneidad. Nuestros abuelos e incluso algunos de nuestros padres vivieron sin
El móvil ha cambiado nuestras vidas, nuestro sentido de la intimidad, de la soledad y la instantaneidad. Nuestros abuelos e incluso algunos de nuestros padres vivieron sin el móvil, subsistieron sin Internet, sin reproductores de mp3, computadoras y otros descubrimientos tecnológicos. Cabe preguntarse si eran o no más felices que nosotros, tan intercomunicados, pero a veces tan solitarios en medio de la tecnópolis.
Con casi 50 millones de líneas o terminales, cabe preguntarse en qué hemos ganado y qué hemos perdido o podemos perder con esta invasión masiva.
No hay duda que tal aparato, que de mero teléfono se ha convertido en una minicomputadora cargada de prestaciones. Todo depende de cómo se use. La imprenta, el tren, el automóvil y el avión cambiaron nuestras formas de relacionarnos. Pero en el momento en que el coche, por ejemplo, se convirtió en Leviatán de nuestras carreteras, nos puede crear dependencias, gastos abusivos.
El móvil nos acerca a la familia, amigos, compañeros, socios o clientes, y de qué manera. Nos facilita la comunicación e información. Pero también está destruyendo el lenguaje de nuestros adolescentes, fomenta una comunicación trivial y un gasto absurdo y es uno de los instrumentos que contribuyen más al “ruido ambiental”, a no parar, síndrome de nuestro tiempo.
Convendría hacer un alto en el camino y dejar sonar, sin respuesta, nuestro teléfono, para reflexionar en qué nos hace crecer y en qué retroceder en nuestra alegría y paz interior.