La televisión seduce
Ver la televisión es la actividad de ocio practicada por más gente y durante más tiempo. Cuando la comunicación se vuelve fascinación y la racionalidad se sustituye
Ver la televisión es la actividad de ocio practicada por más gente y durante más tiempo. Cuando la comunicación se vuelve fascinación y la racionalidad se sustituye por la emotividad, se pone en marcha la seducción televisiva.
La multiplicación de canales y de nuevos soportes, el agotamiento de los formatos y una búsqueda de audiencia que determina todo el contenido, han originado desde la pasada década, lo que se denomina neotelevisión: La competencia entre las cadenas y la lucha por la audiencia son su rasgo principal. Los programas, los formatos, los temas, todo está destinado a incrementar la llamada cuota de pantalla.
La guerra mediática propicia la simbiosis en los tipos de programas, los formatos estándar han cambiado. Han surgido programas de estructura sencilla que combinan concursos, crónicas sentimentales o “del corazón”. Se multiplican sin imaginación los concursos, los videos de aficionados, la imitación a cantantes o los “reality shows”.
Se fabrican estrellas mediáticas en cualquier ámbito, político, musical, deportivo. Solo es preciso tener cierto encanto personal. Esa capacidad, sin embargo, es efímera y cambia en poco tiempo.
Fascina lo prohibido, seducen la maldad, el horror, las catástrofes… el amor y la muerte. Pero seducir, cautivar y fascinar son procesos en los que la voluntad del ciudadano y su capacidad de análisis quedan prácticamente anuladas.
No se pregunta a los espectadores si las programaciones televisivas son de su gusto y se echa en falta un tono cultural acorde con los tiempos y la preparación de la audiencia. Será preciso fomentar una mayor capacidad crítica de los espectadores ante la seducción.