‘Light’

El jovencito de 17 años veía cómodamente la televisión. Cerca de su abuela. Sentía hambre y le pidió a la señora que fuera al refrigerador a traerle

Milcíades Ortiz / Milcíades Ortiz

El jovencito de 17 años veía cómodamente la televisión. Cerca de su abuela. Sentía hambre y le pidió a la señora que fuera al refrigerador a traerle su merienda. La abuela dejó de ver TV para complacer al nieto. Estaba acostumbrada a sus peticiones. Ella tenía parte de culpa en esta conducta abusiva. Desde niño consintió al nieto para tenerlo contento y se convirtió en esclava de sus caprichos...

Un hijo con más de 40 años, casado y con hijos, llegó esa mañana pidiendo desayuno a su madre. Le gustaba la sazón de mamita y no los alimentos que preparaba la mujer. No se dio cuenta de que desde la noche su madre sufría principios de catarro, con fiebre leve. Cuando se le dijo que se hiciera su propio desayuno por la condición de la madre, no le gustó. Era un ejemplo de lo que los sicólogos llaman "síndrome del niño consentido", aunque ya fuera un cuarentón.

En este caso, también la madre complaciente tiene algo de culpa por esa actitud... Otra madre no quería quedarse sola y trataba a su hijo como si fuera un niño. Era un profesional en los cuarenta años, que disfrutaba seguir siendo como un niño. El asunto era tan serio que la madre le permitía que trajera a sus "novias". Luego de días, desaparecía la posible esposa. Respiraba contenta la madre y el mismo hijo. Después de todo, "ninguna mujer lo trataría mejor que su madre...".

Este y otros casos los recordé el otro día cuando me hablaron de lo que una anciana dijo era educación "light" (ligera) que les dan ahora a muchos niños. No se les está capacitando para una vida independiente de adultos. Es seguro que al tener familia exigirán a la esposa que haga todo en la casa, aunque trabaje y llegue cansada. En fin, él no tiene la culpa de haber sido criado fuera de la realidad familiar por una madre, abuela o tía consentidora en extremo.

Supe de un caso de profesionales que discutían a menudo por la ingerencia de la suegra en sus vidas. Una vez fue tan serio el problema que la dama le gritó al marido que por qué no la traía también a la recámara (¿?). No es malo que los padres o quienes críen atiendan a los muchachos. Pero hay que capacitarlos para que se valgan por sí mismos en la vida de adulto. Ellas no estarán allí para siempre...



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