Lubricantes para el trato interpersonal
En muchos ámbitos, las relaciones interpersonales chirrían como carretas mal engrasadas. Necesitan lubricación. A saber: • No acaparar la conversación. Saber escuchar
En muchos ámbitos, las relaciones interpersonales chirrían como carretas mal engrasadas. Necesitan lubricación. A saber:
• No acaparar la conversación. Saber escuchar sin interrumpir. Tampoco hablar tropelosamente y a mucho decibel.
• No identificarse con las propias convicciones hasta el punto de considerar ataque personal cualquier discrepancia. Quien se enoja cuando le manifiestan desacuerdo, se arriesga a que nadie le diga lo que piensa. Eso conlleva empobrecimiento personal.
• Nunca hablar o escribir en estado de indignación. Lo recomendaba el filósofo chino Lin Yutang. La ira genera una facundia peligrosa. Y contar hasta diez no siempre basta.
• No exigir a nadie lealtad incondicional. Mejor pedir fidelidad a la conciencia. Solo Dios merece lealtad absoluta e irrestricta.
• Nunca decir a alguien: “Fulano me habló mal de ti”. Eso envenena la atmósfera humana. No hay que andar de “correveidile”. Quien tenga algo que criticar a otro, que se lo diga directamente. En cambio, sí se puede decir: “Fulano me habló bien de ti”, pues se fomenta la unión.
• No suele hacer daño aceptar informes favorables a personas. Pero nunca hay que tragarse informaciones negativas sin verificarlas. A veces, las observaciones críticas van magnificadas por ojerizas, celos, “enviduelas” e inquinas.
• No diga “sí” o “no” a peticiones o propuestas sin pensarlo muy bien. Hay quienes dicen “sí” a todo y luego no cumplen. Los llaman “embarcadores”.
• Todo se reduce a procurar amar a todos y a no herir a nadie.