Mario Calvit en la pintura panameña..11

Por: José Morales Vásquez Investigador de arte -

En una forma muy sintética de definición del arte, Benedeto Croce lo caracteriza como "una expresión de impresiones", en apego a la tradición psicologista con la cual se explica la creación y disfrute estético como un proceso de introyección objetiva del mundo y una proyección subjetiva de la conciencia, es decir, mediante la empatía. En otras palabras, ese complejo proceso de creación con el cual se reconstruye la intuición del mundo mediante códigos culturales y estéticos dotados de significados por la capacidad creadora del artista, no es otra cosa que la permanente elaboración de conceptos, formas e ideas extraídas de ese estar-en-el mundo, asimiladas por la conciencia como pensamiento puro y proyectadas en ese acto único que es la obra de arte. En ese contexto, la obra de Mario Calvit es en extremo reveladora de ese estar-en-el mundo y de la particular forma de asimilar esa experiencia como motivo y finalidad de la creación estética. Cargada de desgarradoras contradicciones, de bucólicas reminiscencias o de líricas contemplaciones, su producción es el resultado de la búsqueda permanente y de una abierta actitud hacia la condición humana, trasladada a códigos y símbolos plásticos con los cuales articula su particular lenguaje creativo. Sus cincuenta años de vida artística nos conducen por senderos y experiencias disímiles, a veces antitéticas, de una obra que tiene como referentes necesarios el artista y su mundo, y como proyección valorativa, el ofrecimiento que hace a los demás. De allí el tránsito por diversas formas expresivas y por la variada utilización de recursos, desde la escultura con sus complejas articulaciones y torturadas formas; la obra sobre lienzo en la que pretende desentrañar simbólicamente las pasiones humanas o la complacencia de la naturaleza; o la transparencia sutil de las obras sobre papel, en donde el color y la línea se conjugan en la búsqueda del deleite visual.

En un recorrido, a veces difícil de seguir, el artista nos brinda con el acto de generosidad implícito en la obra de creación, el testimonio de una vocación y de una actitud hacia la vida y el arte, en que se conjugan la creación y la experiencia; el amor y la esperanza; las frustraciones y la voluntad. Es el recorrido de una vida matizada por el color y la forma en el esfuerzo gigantesco de un hombre dedicado al conocimiento y comprensión de los demás con la única herramienta con la que puede hacerlo: el arte.

(El texto pertenece a la presentación del catálogo de la retrospectiva de Mario Calvit).

En otro artículo de "Tragaluz" del 22 de octubre de 2000, Pedro Rivera escribe:

"Mario Calvit: juego jugado en serio"

El arte es la vida. Sin experiencia cotidiana, sin contacto con la complejidad del mundo, el arte es imposible. Así como sus paisajes, según él mismo dice, tienen mucho que ver con sus días de infancia en Antón, ¿cuánto del espíritu de esos oscuros hombres de mar no se han escurrido subrepticiamente en la mirada de los arlequines que cabalgan en las telas del pintor? De una u otra manera, los nutrientes de la obra de todo creador no son rastreables según los métodos tradicionales de observación directa. Lo que el pintor fija en la tela es, como los sueños, como la actividad onírica, una metáfora total de las experiencias vividas. Para Mario Calvit, el arte es una aventura del espíritu y, en ocasiones, simple entretenimiento de brujo o alquimista. O ambas cosas. Por un lado, entraña la búsqueda de la trascendencia, entendida como la entendían los griegos, próxima al "nous", a la comunión de espíritu y materia, o más bien como la asumen los caribeños, hoy, enraizados con los procedimientos, displicencias y mitologías culturales afroamericanas. Algo de juego jugado en serio, cuya perfección radica en no pretenderla ni buscarla, cuyo encanto es encantar al ojo que la percibe sin truculencias adjetivas.

El poder expresivo del arte de Mario Calvit, radica particularmente en el manejo de la diversidad de técnicas, por un lado, del afán de experimentar y de la capacidad poco frecuente de aproximarse a la experiencia histórica de la humanidad con el alma de un niño.

Continúa.

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