Miguel J. Moreno Jr.
En este año centenario, no solo debemos destacar el pasado de una patria mucho más pequeña en donde todo el mundo se conocía y le sobraban anécdotas
En este año centenario, no solo debemos destacar el pasado de una patria mucho más pequeña en donde todo el mundo se conocía y le sobraban anécdotas de cada cual. También debe servir para perpetuar la perspectiva de nuestros prohombres, cuyos valores habrán de servir de guía a las generaciones que mañana transitarán por otro Panamá distinto, aún más materialista y despersonalizado que el actual.
Uno de estos prohombres lo es el licenciado Miguel J. Moreno Almengor, un abogado íntegro, quien por añadidura también se distinguió como ministro de Relaciones Exteriores de don Ernesto de la Guardia. Posteriormente, cuando don Roberto F. Chiari (quien le era políticamente opuesto, pese a ser entrañables amigos) se lo requirió, no vaciló en aceptar la embajada ante la Organización de Estados Americanos, misión que resultaría determinante para el futuro de Panamá. Una vez pasado el peligro para su patria, cual moderno Cincinnatus retornó a las labores de su campo, solo con la satisfacción del deber cumplido.
El nonagenario de familia santeño, de piel alabastrina y ojos azules que le harían pasar por un buen irlandés, rindió su testimonio para la historia al presentar en la Biblioteca Nacional su nuevo libro “Misión a Washington”, que documenta sus esfuerzos por resolver las causas del conflicto canalero, a partir del 9 de enero de 1964. Ciertamente, constituyó el "episodio del centenario", incidente trágico resultante de la miopía del Coloso del Norte en no llevar sus relaciones internacionales con la misma mesura y equidad que aplica a su política interna (talón de Aquiles que no ha superado todavía).
Del ameno relato de boca del autor, los 200 ciudadanos y diplomáticos presentes en la Biblioteca Nacional pudieron colegir que Estados Unidos se había encontrado ante una inusitada combinación de personalidades, tan recias como íntegras, ante las cuales cedió su postura dura, no porque quiso, sino porque no le quedó más alternativa; tuvo que cejar en su empeño por perpetuar un primer tratado canalero impuesto a nuestro débil e incipiente Estado en 1903, frente a la postura insobornable de dos hombres probos, cuyas conciencias no les permitirían justificar ningún fin con medios innobles. Quizá los estrategas estadounidenses derrotados tendrían fresco el recuerdo de un Gandhi casi desnudo, cuya infranqueable postura moral propició el principio del fin del imperio inglés, y no querrían arriesgar su propio ascenso hacia la hegemonía mundial.
Posiblemente, también hubiese contribuido el inglés tan fluido que Moreno había cultivado como estudiante de derecho en la American University, al escoger la misma expresión propagandística usada por Franklin D. Roosevelt para satanizar el ataque japonés a Pearl Harbor en 1941, cuando este solitario panameño al que le tocó "dar la cara" en la madriguera misma del lobo describió ese 9 de enero como un día que se recordaría por su infamia.
En todo caso, la historia solo acopia hechos, y es incontrovertible que el resultante "Memorándum de entendimiento Bunker-Moreno" fue el alpha que dio paso a la omega que son los actuales tratados canaleros (aunque jamás haya sido justipreciado.).
Como su autor, el libro es sencillo y se deja leer. Fuera de un perfil inicial (indispensable para quienes no conocen esta figura deferente y ya retirada de la vida pública), esta contribución autobiográfica a nuestra historia escrita no cae dentro de la categoría de saga donde el autor necesita darse coba para salvar alguna deficiencia sicológica. Todo lo contrario: es el testimonio de un testigo presencial, de prosa elegante por clara. Tal como corresponde a un jurista humilde, nuestro propio "hombre para todos los tiempos" prefirió dejar que los textos hablaran por sí solos, legándonos un esbelto volumen de transcripciones en castellano de convenios, memorándums de entendimiento, discursos, alocuciones, y reflexiones, algunas inéditas, pero todas en torno a la epopeya panameña del 9 de enero de 1964 y a su solución en definitiva. Mediante la publicación de este libro, Miguel Moreno sale de su retiro voluntario para rendir un tercer servicio a su patria, al hacer partícipe a nuestra juventud de su proeza heroica. ¡Salve, Cincinnatus!