Opinión - 18/7/12 - 07:50 PM

Ni arrepentimiento ni remordimiento

Por: Hermano Pablo -

Lentas, solemnes, llenas de unción religiosa, se elevaron las bellas notas del Avemaría. La inmortal melodía de Franz Schubert, bien cantada, brotaba de los labios de Robert Solimine, joven de diecisiete años de edad.

Con los ojos cerrados, aquel joven elevaba su alma a Dios cuando, de repente, la melodía se interrumpió. Una cuerda delgada, pero fuerte detuvo el canto. Con esa cuerda, James Wanger, otro joven de diecinueve años de edad, estranguló a Robert, extinguiendo su voz junto con el Avemaría. Y solo porque no podía soportar la oración de Solimine.

He aquí un caso extraño. Robert Solimine, la víctima, era una persona de profunda convicción religiosa. Trataba de hacer ver a sus amigos los resultados destructivos de una vida de drogas y de licor. Un día se le ocurrió cantarles el Avemaría. El resultado fue ira, amenaza y estrangulación.

El juez le dijo a James Wanger, el asesino: «No puedo ver lo que hay dentro de ti; pero sí veo que no hay ni arrepentimiento ni remordimiento». Y lo condenó a cadena perpetua, con la posibilidad de solicitar la libertad condicional cuando cumpliera cincuenta y siete años.

Si bien el juez no podía ver el interior de James Wanger, Dios sí podía verlo. Porque Dios ve el corazón, la conciencia y los pensamientos de todos los seres humanos.


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