Paliativo contra una profunda soledad

Por: Carlos Miguélez Monroy Periodista -

En las ciudades se ve con frecuencia a personas sentadas en el metro, tan imbuidas en la pantalla de su teléfono celular, que no ven que hay una persona mayor o embarazada de pie. Ningún contacto visual con la gente alrededor. Las sonrisas y los cambios en sus gestos delatan una atención volcada en la conexión virtual con otra persona, da igual si está en la misma ciudad o del otro lado del Atlántico. Esta pulverización de distancia física aporta compañía y ahuyenta la soledad. O al menos eso creemos.

La conectividad constante ha cambiado la forma de relacionarnos con los demás, pero también ha redefinido la percepción que tienen de sí mismas las personas. Para Sherry Turkle, profesora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), las tecnologías generan una fantasía de omnipresencia, de atención las 24 horas y la sensación de no estar solos. Antes llamábamos cuando necesitábamos contar lo que nos había sucedido. Ahora, las personas tuitean o ponen algo en Facebook para que ocurra algo aunque solo sea en el mundo virtual, para sentir. Esta hiperconectividad ha aumentado el umbral de estímulo necesario para no sentirnos solos, lo que puede hacernos sentir aún más solos cuando no estamos conectados y contribuir a comportamientos tóxicos y adictivos.

La nomofobia, o fobia a la desconexión, está considerada ya como una patología psiquiátrica, que afecta sobre todo a jóvenes. Acostumbrados a compartir lo que les ocurre las 24 horas del día los invade la ansiedad y la soledad al no poder hacerlo.

La pérdida de habilidades sociales por el abuso de las nuevas tecnologías no solo preocupa a psicólogos, sociólogos y otros expertos. El uso que cada vez más gente les da en el transporte público, en la calle y en restaurantes o bares dificulta las relaciones convencionales y las actividades que se organizaban como excusa para encontrarse con los demás. Quedar con alguien hoy puede implicar que, a media conversación, deje de atenderte para responder a un mensaje o para ver si alguien ha comentado algo interesante en Facebook.

Para que Facebook o Twitter sean los auténticos espacios de encuentro que algunos les atribuyen, tienen que estar precedidos por el cultivo de vínculos reales con las personas. De lo contrario, las tecnologías se convertirán en nuestro autoengaño para no sentirnos solos.

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