Pasaporte

Por: Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

Comenzó a preocuparse el Cholito Mesero del viejo café de Santa Ana, cuando escuchó en la mesa bochinchosa que había que conseguir un pasaporte para salir huyendo de Panamá. Él no sabía qué es un pasaporte, y luego le explicaron que era una libreta que se necesita para viajar. Lo que más le extrañó fue que varios afirmaron que en Panamá la cosa se iba a poner tan mal que era mejor irse para otro lado.

Recordó el famoso mesero que cada vez que escucha al presidente, dicen que estamos en el “país de las maravillas” con la mejor economía de la región. Pero esa mañana, se enteró de un atentado contra un avión en Panamá cometido por terroristas extranjeros. Aunque supo que eso fue hace unos años, le dio miedo porque creyó que podía haber otro. Los politiqueros bochinchosos discutieron si la constituyente era para que el actual gobierno siguiera en el poder un año más, lo que no gustó al mesero vidajena. Tampoco que por culpa de la huelga de la construcción, aumentaría el costo de la vida que ya está por las nubes.

Entonces, el Cholito Mesero decidió averiguar sobre el pasaporte. El primer problema fue que se enredó buscando la oficina de pasaportes, porque esta ciudad ha crecido mucho. Nadie le pudo decir cerca de qué árbol de mango quedaba, ya que casi no hay árboles de mango en ella. Tuvo que discutir porque unas jóvenes querían que se anotara en un nuevo partido político, que dice que acabará con los problemas que hay en Panamá. Gritó que eso mismo aseguran todos los partidos, y después no arreglan nada cuando llegan al poder. Al fin llegó y casi le da un ataque al corazón cuando supo que costaba 100 dólares el pasaporte.

Decidió pensarlo mejor y por estar cansado tomó un taxi para llegar a su trabajo. Le extrañó que el taxista se la pasara hablando por celular con su esposa y amigos, diciéndoles por dónde iba a cada minuto. Al tratar de meterse por una calle solitaria tuvo miedo que lo asaltaran, y puso cara seria diciéndole al taxista que fuera por vías conocidas. Después en su casa hizo sumas y restas. Se dio cuenta de que tendría que conseguir muchas propinas para pagar los pasaportes de la mujer y los hijos. Con cara triste murmuró: “Estoy fregado, tendremos que quedarnos en el país, ¡aunque se hunda!”...

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