Razones para (no) quejarse
Nos encontramos en un mundo tan globalizado y tan egoísta que, por un lado, lo que ocurre en un lugar del planeta en el ámbito social o
Nos encontramos en un mundo tan globalizado y tan egoísta que, por un lado, lo que ocurre en un lugar del planeta en el ámbito social o económico acaba afectando al resto de la Tierra y, por otro, nos preocupamos tanto y exclusivamente de nosotros mismos que las desigualdades y las injusticias nos resultan ajenas si no nos golpean directamente.
Afortunadamente hay excepciones, y no son pocas; personas con voluntad de ayudar, con sensibilidad para ponerse en el lugar de otro, con capacidad para arriesgar y cambiar el mundo desde los detalles. Sin embargo, el propio sistema las desprecia y trata de anularlas. Las califica de antisistemas y revolucionarias, dando a entender que el derecho al pataleo es la única legitimidad que queda para mostrar desacuerdo.
Oliver Clerc, un joven escritor, traductor y filósofo suizo que utiliza con gran éxito las nuevas tecnologías para difundir su pensamiento, ha divulgado una bella metáfora de la situación actual aunque niega ser el autor. Explica, resumiendo, que si colocamos una rana dentro de una cazuela llena de agua y la calentamos lentamente al fuego al animal esto le parecerá bastante agradable y seguirá nadando. El agua pasará de fría a tibia hasta llegar a un punto en el que ya no le gustará tanto, pero no se inmutará, ya que el calor siempre le produce algo de fatiga y somnolencia. La temperatura continuará subiendo hasta resultar desagradable, pero el anfibio ya no se moverá porque se encontrará sin fuerzas y se limitará a aguantar y a tratar de adaptarse.
Todos contamos porque todos tenemos motivos para quejarnos. El mañana es ahora.