Sucia
Por: Milcíades Ortiz Catedrático -
La joven universitaria parecía una modelo. Atraía las miradas de más de uno. Conversaba con unos compañeros en voz alta y pude escuchar algo que me dejó horrorizado. La niña estaba diciendo una serie de palabras sucias parecidas a las que Ud. escucha en una pelea de maleantes en cualquier gueto panameño. No pude aguantarme y le dije en voz baja: “Cómo es posible que de una boca tan bonita salgan esas cosas tan feas”. Me torció los ojos y dijo que no me metiera en lo que no me importaba.
No siguió insultándome por respeto a que soy profesor. Los cuatro compañeros, entre ellos una mujer, se rieron como si lo ocurrido fuera un chiste. El otro día, una señora de edad madura se molestó porque no la atendieron rápido en un negocio. Le gritó varios insultos al dueño y usó una palabra sucia que se supone la dicen los hombres malhablados. Tres personas que estábamos allí quedamos avergonzados por el vocabulario de esta “dama”. Horas después, algo estremeció a Panamá y no fue un temblor ni la corrupción rampante que sufrimos.
Sencillamente, se trataba de palabras soeces que dijo una profesional en un medio de comunicación. Ante estas situaciones, mi mente se fue por el “túnel del tiempo”. Tendría unos ocho años y los vecinitos de la calle primera Parque Lefevre, cuando me insultaban, decían palabras en inglés que yo no entendía. Para defenderme y que entendieran mi disgusto, aprendía todas las palabras sucias que existían en inglés en ese barrio. Fue la primera vez que tuve contacto con ese idioma que jamás he aprendido bien.
¿Por qué las personas dicen palabras sucias? En primer lugar, porque no se tienen argumentos en una discusión. En segundo, por descontrol y se pierde “la dulzura del carácter”; en tercer lugar, por ganas de ofender a la otra persona, y cuarto, porque las aprendió en algún lugar que no es la iglesia. Más de una madre ha estado a punto de un ataque cardiaco cuando su hijito regresa del prekinder y su “adorado firifiri”, entre las cosas que aprendió ese día, fueron varias palabras sucias (¡!).
Algunos expertos recomiendan no hacerle tanto caso a esa situación para no despertar más malicia en el niño sobre esas palabras. Los infantes no inventan esas frases. Es lamentable que la hayan escuchado de adultos boquisucios. No solo hay palabras obscenas; gestos vulgares complementan esta falta de educación. Hasta en la Asamblea lo hemos visto. Un profesor de Español me señaló hace años que nuestro idioma es tan rico en palabras que uno podía insultar usando términos bonitos. Esto hay que enseñárselo a más de uno en Panamá.