Opinión - 05/11/13 - 10:32 PM

Tenebroso

El hombre era alto y grueso. Estaba "pegado" a la lápida de una tumba de uno de sus parientes. Dos cosas llamaron nuestra atención. Una era el

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Milciades Ortiz / Catedrático

El hombre era alto y grueso. Estaba "pegado" a la lápida de una tumba de uno de sus parientes. Dos cosas llamaron nuestra atención. Una era el sitio alejado de la tumba, rodeado de hierba alta y cerca de un monte. La sombra de un árbol daba un ambiente tenebroso. La otra era el gesto del señor. No hablaba, no lloraba, no se movía. Solo abrazaba la lápida...

Era ardiente el sol esa mañana del Día de los Difuntos en el cementerio Corozal, antigua Zona del Canal. Caminamos esquivando piedras, hierba seca, tumbas, maleza y dolientes. Varios señores iban de un lado a otro cortando pasto, recogiendo basura de las tumbas, pintándolas de blanco, lavándolas ante la mirada triste de los dolientes.

Decidimos no pasar por un tubo enorme por miedo a caernos en la quebrada de aguas negras. Es que para llegar a la tumba de mi madre, "la maestra Italia", ese es un atajo. Fuimos por el camino largo sudando y jadeando. El momento era típico de la fecha. Se vendían ramos de flores a todos los precios. Niños ofrecían botellas de agua y sodas.

La parte de atrás de un auto servía de improvisado restaurante. Ofrecían comida ligera, incluso un "saus" (ceviche de puerco). Al entrar al campo santo llamó la atención la sección de las tumbas de norteamericanos y otros. El césped bien cuidado. Las lápidas brillaban. Metros al lado...¡el panorama era otro! Se notaba que habían cortado la hierba hace pocos días.

Al secarse formó una sábana encima de las tumbas. Me dolió ver la de mamá cubierta de paja seca. Para no maltratarnos ante el ardiente sol se buscó ayudantes. Con entusiasmo y respeto uno limpió el lugar, y el otro pintó y remarcó las letras de la lápida. En ese momento fue que vimos al señor "pegado" a la tumba. En otra parte oraban en grupo por el fallecido. Tumbas de niños resaltaban llenas de juguetes...

Para llegar allí no había caminos, sino "trochas" húmedas y llenas de lodo. Mi esposa temía pisar una culebra. En la noche confirmaba la TV que mataron por lo menos una. ¡Qué desaliño! ¡Qué falta de respeto a los fallecidos!... ¡Qué poco importa con los sentimientos de otros!


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