Testigo de la resurrección

Por: Por Roquel Iván Cárdenas Catequista -

Todos estamos llamados a ser testigos de la resurrección de Cristo. Pero el ser testigo de la resurrección de Cristo entraña un aspecto fundamental y sensitivo a la vez de nuestra vida. No solo soy testigo de la resurrección de Cristo cantando Aleluya y diciéndonos unos a otros ¡el Señor ha resucitado! La pregunta que debemos hacernos es ¿cómo puedo yo enfrentar mi muerte y la de mis seres queridos bajo la luz de la resurrección de Cristo?

Si cuando hablamos de la resurrección decimos: “oh, muerte, dónde está tu victoria; oh, muerte, dónde está tu aguijón.” ¿Por qué en la vida diaria dejamos que el miedo a la muerte y el pesimismo que ella puede provocar nos invada y domine? ¿Por qué cada vez que escuchamos que alguien muere independientemente de su edad nos sobreviene un sentimiento de pesimismo y tristeza como si hubiera vuelto a la nada? ¿Por qué vivimos como si la muerte tuviera la última palabra?

La fe en la resurrección de Cristo va más allá que participar en nuestros templos de la alegría pascual. Es la capacidad de poder llevar esa alegría y esperanza a un mundo confundido, entristecido y desesperanzado. ¿Cómo podemos dar esperanza si nosotros enfrentamos la muerte con la misma actitud que la enfrenta el que no cree? ¿Cómo podemos transmitir la victoria de Cristo si nosotros creemos que la muerte tiene la última palabra?

Por eso ser testigo de la resurrección de Cristo conlleva un reto vital que toca la fibra más íntima de nuestro ser. Es indispensable que meditemos si somos o no testigos de la resurrección de Cristo. Pidamos a Jesús que nos ayude a vivir nuestra fe con coherencia y nos conceda la alegría de vivir con esperanza.

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