Testimonio de un enfermo de Covid-19

Por: Por: Rodnny Rodríquez -

Era un jueves normal de la segunda semana del mes de junio. Amanecí con muchas ganas de vivir, sin saber que para la tarde todo se tornaría negro. Comencé a sentir dolor de cabeza muy fuerte y luego, al transcurrir el tiempo, la fiebre apareció. Era tan devastadora que hasta los labios, por más agua que tomaba, se me reventaban. Pasadas las horas, ya en la noche, la fiebre no cedía. Al amanecer del viernes fui al centro de salud de Santa Ana. Allí el médico, con solo meter una paleta en mi boca, me diagnosticó Echovirus. La mayoría de las personas infectadas con Echovirus no tienen síntomas. Si una persona infectada desarrolla síntomas, generalmente son leves en las vías respiratorias superiores, como: una tos, un dolor de garganta, síntomas similares a la gripe y una erupción.

Le pido al galeno que me haga los análisis, para descartar toda posibilidad de tener el nuevo virus que a tantas personas está afectando en nuestro país y el mundo. Ante mi ansiedad me dice que él es el médico y no yo; si él dice que tengo Echovirus es porque es así. No satisfecho con su respuesta tomo carrera a la policlínica de calle 17 Santa Ana; allí me atienden y realizan la prueba. Para el domingo la oxigenación en la sangre era muy baja. Me dirijo al centro de salud de El Chorrillo donde me auxilian y permanezco por más de 3 horas con respirador artificial y venoclises por falta de hidratación. La  fiebre y diarrea ocasionadas por la COVID-19 estaban mermando mis capacidades. Ese día mejoré y al poco tiempo llaman de la policlínica para informarme que era unos de los tantos panameños positivos con el virus.

Traté de tomar las cosas con calma. De forma voluntaria pido un aislamiento  para no perjudicar a mi familia y vecinos. El traslado se realiza el día martes a eso de la una de la tarde.  Llegó al hotel Golden Tower en el área de Paitilla en donde la atención fue pésima por parte del personal de salud. Ese mismo día empecé a tener fiebre muy alta y dolor de cabeza. No tenía medicamentos para  ingerir. Procedo a llamar al médico y le digo que los envíe; ya no soportaba el dolor de cabeza y la  fiebre. Todavía no sé por qué de ese trato; o era negligencia o no contaban, en esos momentos, con las medicinas que requería con urgencia.

Después de largas y angustiosas horas, como a las doce medianoche, me llevaron dos acetaminofén para soportar la noche. Lo  vivido allí, desde el primer día, fue un calvario. La evaluación médica llegó después de 5 días de estar hospedado. En el hotel me llega una dura noticia. Mi mamá,  hermanas y padrastro dieron positivo al Covid. También, al mismo tiempo, sentí un alivio al saber que mi abuelita ha dado negativo al virus.

En el hotel la comida era pésima y la atención médica igual. Resalto al personal de aseo. Siempre me manifestaron palabras de aliento las cuales me llenaban de mucho ánimo. Esas personas, a las que muchas veces en las calles denigramos por su trabajo, por lo menos en mi caso, fueron como ángeles bajados del cielo . Estos me confesaron que los doctores y enfermeras son muy celosos al atender a los pacientes; muchos tienen esa vocación de proteger la vida, pero otros por salvaguardar su vida no dan la milla extra. Eso es entendible al saber que es la primera vez que se enfrentan a una pandemia de esta magnitud.

Los chicos de aseo fueron muy generosos al ofrecer su apoyo para que mis familiares me hicieran llegar los medicamentos. Gracias a ellos y a Dios me mantenía con fe y sabía que de esta iba a sobrevivir. Solo se permite a los familiares llevar medicamentos y alimentos los viernes. Cuando me los hicieron llegar sentí un gran alivio.  A los 10 días de estar en el hotel me dan de alta; de vuelta a mi barrio de Barraza. Cuando algunas personas se enteraron de mi enfermedad me trataron como leproso y con actitudes denigrantes. Con ese comportamiento demostraron mucha ignorancia y falta de solidaridad; nadie compra una enfermedad.

La razón de estas palabras es para que la ciudadanía sepa que esta enfermedad no es un relajo. Tenemos que actuar con mucha responsabilidad cumpliendo con las normas y los consejos de las autoridades de salud. Mi recuperación fue rápida debido a la fe; a mi juventud y a que no esperé mucho tiempo en buscar auxilio.  A todas las personas que aún no están contagiadas les pido que se cuiden y protejan a sus familiares y vecinos. La experiencia que pasé no se la deseo a nadie. La COVID-19 llegó para quedarse y mientras no se descubra la vacuna tenemos que apartarnos de ella. Si no hay necesidad de salir, quédate en casa. Evita buscar lo que no se te ha perdido. Es muy triste pasar por esto y encima que tu familia entera se contagie del virus. Solo nos queda cuidar a nuestros abuelos; si ellos mueren nuestra historia desaparece.

Esta es una experiencia de vida que estoy seguro ayudará a crear más conciencia sobre lo que estamos viviendo. (El autor es estudiante graduando de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Panamá)

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