Opinión - 29/5/14 - 11:02 PM

Tolerancia y análisis

Redacción

La reciente afirmación del papa Francisco, de que el celibato en los sacerdotes católicos “no es un dogma”, mueve a la reflexión de que los tiempos que corren traerán muchas novedades a la vida social, pero no hay que ir hasta Roma ni prestar atención al romano pontífice, aquí en Panamá también están ocurriendo novedades, que ponen a prueba los valores y tradiciones de nuestra sociedad.

La iniciativa del Órgano Ejecutivo ante la Asamblea de Diputados para que se permita que en Panamá se reconozcan las uniones de personas del mismo sexo realizadas en el extranjero, sin duda que ha sido una novedad que ha traído comentarios de toda clase, desde los de mente abierta que están a favor hasta los conservadores, que niegan rotundamente esa posibilidad.

Creemos que ha habido malas interpretaciones e ignorancia de parte de quienes sustentan una u otra posición; por un lado es importante señalar que el Código de la Familia, que es ley de la República, sanciona con nulidad absoluta el matrimonio entre personas del mismo sexo y la Constitución Nacional solo reconoce el matrimonio entre personas de distintos sexos como generador de derechos y obligaciones.

La diversidad sexual y las minorías con orientación diversa que reclaman un espacio dentro de la sociedad panameña son una realidad, es por ello que opinamos que debe de legislarse también pensando en estos compatriotas, quienes por muchos años han sido marginados por su orientación sexual.

Pero que quede claro a propios y extraños: la ley y la Constitución prohíben el matrimonio de personas del mismo sexo y tales uniones, contraídas en el extranjero, en Panamá no tienen ninguna validez jurídica.

La unión homosexual no es matrimonio. La institución matrimonial, consagrada por Dios, es sagrada y va más allá de lo patrimonial, el matrimonio es la semilla de la conservación y desarrollo de la sociedad y para que esta perdure, se hace imprescindible la procreación, que es propias de dos sexos.

Otra cosa es la unión civil, con fines sucesorios y patrimoniales, entre personas del mismo sexo, lo que de repente pudiera legislarse, luego de un profundo análisis multidisciplinario, pero no de manera apresurada, sino en amplio debate con toda las partes interesadas.


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