Un peregrino ante un plato de guacho

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Por Julio César Caicedo Mendieta

Para cualquier ser humano, venga de donde venga, así sea de Australia, enfrentarse ante un plato de guacho por primera vez es algo serio por mucha hambre que tenga. Y es que en nuestra comida panameña el que menos presentación tiene es el plato de guacho, no hay posibilidades de adornarlo de ninguna manera ni arriesgando el refrito con vegetales de colores y menos sirviéndolo en totuma, como acostumbran en Antón, porque entonces sí se armaría la de san Garavito.

El guacho es un plato sabroso y se preparan de diferentes carnes, en los cuales la base general es el arroz, casi todos llevan frijoles o guandúes secos, menos los de mariscos o pescados.

Si usted hace una encuesta se dará cuenta de que muy pocos jóvenes panameños comen guacho. Es más, son contados los restaurantes en donde se vende este plato nacional. Por fortuna, los jóvenes peregrinos solo desayunan en las residencias escogidas y no almuerzan ni cenan, de manera que difícilmente se encontrarán con un plato de guacho.

Sería de mal gusto que alguien despreciara semejante ricura, pero perdonable si se trata de un joven extranjero que no compagina con los borrachos y menos con sus trastornos gastrocólicos.

Con lo que tenemos de comida en Panamá, considero que mantendremos con “la barriga llena y el corazón contento “a los 250 mil muchachos que se lo pasarán rezando, saltando, cantando y esperando por la bendición del sumo pontífice. Por otro lado, las naranjas se están perdiendo en Ventorrillo y Barrigón y las piñas de rechazo abundan en las ciudades y están más dulces y muy baratas.

Lo más recomendable es mantenerles naranjas frías y mucha piña picada, la sandía podría ser, pero no sé de su precio. Es seguro de que las frutas mantendrían hidratados a los jóvenes. Debo anotar que han visto a peregrinos chupando caña, la caña también es de gran valor para este acontecimiento por el calor reinante, en nuestros caminos y pueblos.

Les pido, pues, en nombre de todos los que degustamos los platos de guacho en este país, que no lo expongamos ante un rechazo, sería tétrico para el joven peregrino y penoso para nuestra tosca industria culinaria. Por estos días mantengamos a los guachos como a los negros “tente atrás”, escondidos como en los tiempos coloniales.

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