Voluntariado, más que compasión

Por: José Carlos García Fajardo Director del Centro de Colaboraciones Solidarias -

El voluntariado surgió en los 60 como un fenómeno sociológico, una exigencia contra toda forma de discriminación por causa de raza, sexo, creencias, cultura, situación económica, edad o ideas políticas.

Es posible comprometerse y arañar unas horas para servir a los más necesitados, aquí "a la vuelta de la esquina", y despertar un movimiento en favor de lo más noble del ser humano: su capacidad de justicia y de solidaridad.

Más que protagonistas de la acción social, las ONG actúan como cooperadores en esta tarea que nos compete a todos. Ni cabe un Estado providencia, con pretensiones de regularlo todo, ni es imaginable una sociedad utópica al margen de las instituciones públicas con grupos de presión que trastornen el orden social.

Existen asociaciones que desarrollan proyectos sostenidos por voluntarios que trabajan con los más necesitados: ancianos, niños, enfermos terminales, inmigrantes, presos, drogodependientes, discapacitados y los marginados por la sociedad. Los mueve una solidaridad que trabaja en busca de la justicia y de la concordia, con plena gratuidad, sin buscar nada a cambio.

Las asociaciones humanitarias no pueden ser sucedáneas para paliar las injusticias que es preciso subsanar en sus estructuras. Los voluntarios tienen que reconocer cuánto de bueno y de justo se ha hecho en los campos de la beneficencia, de la solidaridad, de la justicia y de la caridad por movimientos que han sembrado la historia de ejemplos admirables.

El voluntariado tampoco puede ser una "moda" para suplir la falta de convocatoria desde otras instancias, políticas o religiosas, ni para encubrir errores, injusticias y la explotación de los pueblos empobrecidos del Sur por los intereses del Norte.

Aún nos encontramos en los albores del voluntariado, aunque haya miles de organizaciones y de voluntarios sociales. Faltan las mejores.

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