Sin yuca, no es sancocho

Por: Marlo De León P. La Voz del Interior -

Son las cinco de la mañana en el pueblo de San Carlos en Chiriquí y el gallo se despabila preparándose para dar la bienvenida al amanecer. Don Orlando Saldaña se desayuna fuerte y se prepara para la faena agrícola que realiza desde hace 25 años.

Entre salomas alegres llegan los primeros peones a su casa y empiezan a ocupar el vagón del "pick-up". En el camino mojado por el bendecido sereno se suman más hombres al vehículo y entre la vaciladera y risas llegan a su diario destino.

Orlando recuerda que su primera siembra fue de pimentón de la variedad California, cuya cosecha le dejó a sus 13 años una ganancia de unos 10 mil dólares. La felicidad del éxito alcanzado a tan tierna edad marcó su destino como productor agrícola. En su segundo proyecto, decidió invertir todo el capital ganado en cultivar tomate. Poco tiempo después, una plaga bíblica acabó con la cosecha y tuvo pérdidas por más de 6,000 dólares. Este tropiezo, en vez de desanimarlo, fortaleció su pasión por el campo.

Avanza la mañana y el sol rompe en la finca La Dinastía. La tierra ya rastreada espera que los 16 peones guiados por don Orlando comiencen a sembrar los estacones de yucas que abastecerán con su cosecha muchos supermercados a nivel nacional. A su vez y en otras parcelas siembran y cosechan ñame, otoe, zapallo y ñampí durante todo el año.

El Ing. Juan Miranda, del Ministerio de Desarrollo Agropecuario en el sector de San Juan, en la provincia de Chiriquí, y quien es técnico especialista en el rubro de raíces y tubérculos, señala que el desarrollo de estos cultivos necesita del apoyo de todas las entidades del sector agropecuario y de la empresa privada con el fin de lograr su explotación de manera intensiva para aprovechar al máximo los recursos disponibles. "En el oriente chiricano se han establecido programas de seguridad alimentaria desarrollados conjuntamente con colegios agropecuarios, productores, asociaciones y amas de casa produciendo eficientemente parcelas de otoe, yuca y ñame", afirma Miranda.

A las dos de la tarde pica el sol como abejas enardecidas y los peones, con los rostros rojos y sudorosos, terminan la faena del día. Al partir a sus hogares, dejan detrás parcelas simétricamente sembradas y limpias, cosechas embaladas y camiones cargados para su distribución. Algunos cargan en sus hombros la famosa "puerca", que es un revoltijo criollo de todo tipo de tubérculos y legumbres.

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