El Vidajena
En los primeros meses en una pareja de tórtolos todo anda a las mil maravillas, pero transcurrido el tiempo, tanto él como ella empiezan a encontrarle defectos al quitafrío. Eso sucedió con los cónyuges Becerrina, de 25 abriles y el pasiero Timoteo, de 30.
Cuando se mudaron a aquel chantin en el patio limoso, los vecinos pensaron que esa era la pareja ideal. Cuando el pasiero llegaba del trabajo, bien agotado, casi con la lengua afuera como los perros, hallaba un oasis de felicidad en su chantin, porque Becerrina le tenía servido un plato hondo bien colmado de mondongo sazonado con salsa china y un poquito de picante que ella misma preparaba según la receta que le dio la abuela de cadena chata y pelo cuscú, como dijera el gran Demetrio Korsi, genial poeta nacional.
Becerrina era una linda mulata que lucía con orgullo la cadena chata que heredara de su abuela y la que empeñaba cuando la situación se ponía color de hormiga, pero siempre se rebuscaba chenchén para desempeñarla.
El maridito era un negrito bocatoreño que ya había olvidado comer tortuga por lo difícil que es conseguirla. No hay ni de contrabando, de manera que el