La delincuencia no cesa. En este año 2009 no hay visos de que los índices disminuyan; al contrario la violencia sigue el mismo ritmo del año pasado. Ya las estadísticas incluyen varias ejecuciones, crímenes de menores y ahora resurge la modalidad de los secuestros y asesinatos para robarse autos cuatro por cuatro.
Las agencias internacionales de prensa reportaban ayer al mundo el asesinato de un empresario español en pleno centro de la ciudad para robarle su vehículo. Sin duda que esos hechos proyectan mala imagen del país.
El asunto hoy toca a un extranjero, pero es un vía crucis que sufren cada día los panameños, que se exponen a ser víctimas a la maleantería viviente que se ha tomado nuestras calles.
Todo indica que los cambios de figuras en los estamentos de seguridad y las reformas a las leyes que rigen a la Fuerza Pública, no ha servido para mucho. El asunto parece fuera de control.
Ya no se trata de la violencia generada por el narcotráfico, sino por el robo de autos. Ahora matan a cualquier cristiano por un vehículo, que quizás luego es vendido en países de la región o es utilizado luego para cometer un asalto.
Los hechos demuestran que la crisis de seguridad no está en los hombres ni en las leyes, sino en la acción. Pueden poner a un marciano, pero si no hay un desempeño efectivo y una vigilancia preventiva, el asunto nunca será resuelto.
En dónde quedaron las promesas de mayor vigilancia y las estrategias contra la criminalidad hábilmente presentadas por los expertos en las exposiciones auxiliadas por mecanismos como el PowerP oint.
Más que palabras rebuscadas, tanto bla-bla-bla y promesas huecas, la población reclama seguridad y hasta ahora es algo que este gobierno no está dispensando.