En momentos en que el gobierno nacional impone medidas de ahorro energético a las empresas del país, ante la amenaza de una temporada seca más intensa de lo normal, se vuelve necesario transformar la cultura del despilfarro que caracteriza a los panameños, tanto en el uso de la electricidad como del agua potable.
Es común en nosotros el derroche de decenas de litros de agua solo para cepillarnos los dientes, lavarnos las manos y bañarnos. Y si hacemos cualquier pausa o paréntesis en alguna de estas actividades, dejamos las llaves de agua abiertas.
Con la luz es igual. Televisores andando sin que nadie los esté viendo, aires acondicionados a temperaturas casi polares, y habitaciones vacías con las luces encendidas son la norma en muchos hogares y oficinas.
El sector privado del país apenas que está comenzando a concienciarse sobre esto. En mayo de este año debe inaugurarse la nueva sede de la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (APEDE), cuya infraestructura se anuncia como el primer edificio "verde" de la ciudad, entendiéndose que reduce al máximo las afectaciones ambientales, al tiempo que maximiza el ahorro de agua y energía.
La medida de la Autoridad de los Servicios Públicos de apagar los letreros luminosos en las noches es positiva, pero su efecto solo es a corto plazo, y está motivada por la inmediatez de la amenaza de El Niño.
La necesidad de nuevos estándares en la construcción -más amigables con el ambiente- se hacen evidentes, así como una intensa y extensa campaña de concienciación ciudadana que inicie desde las escuelas para promover el uso responsable de los recursos.