VARIEDADES


El encanto del Carnival Legend... su gente

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Thomas Rorke
Crítica en Línea

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El Puerto Colón 2000 recibe a miles de turistas que encuentran todo en la costa atlántica.

Imponente lucía el Carnival Legend, atracado en el puerto de Colón 2000. Una pasajera escribía quizás su diario teniendo por paisajes las azules aguas y la panorámica de la provincia costera. Según Aida Lorena Orillac, gerente general de Margo Tours, esta nave es una de los 16 barcos de la flota Carnival que en su itinerario visita "Caribe Exótico", que incluye Costa Rica, Panamá y Belice con 2,600 pasajeros y 1,900 tripulantes.

El Carnival Legend es el crucero más nuevo de la flota, diseñado con un nuevo volumen para poder atravesar por el Canal de Panamá, sin embargo, los que visitan Colón no pasan por la vía interoceánica, aclaró Orillac.

Cada rincón está decorado con pinturas de estilo romano, europeo, medusas, desnudos, tres piscinas, yacuzzi, campamento para los niños, dos restaurantes, seis bares, discoteca de dos pisos, capilla, gimnasio y su precio puede ser de B/.1,200 a B/.1,300 dependiendo de los días que dure la travesía, detalló Orillac.

Pero lo más maravilloso no son sus lujosos ascensores de cristal, ni los 4 millones de dólares en obras de artes que adornan la embarcación, sino su gente, su personal de distintas nacionalidades que por ocho meses se esmeran por brindar a los viajeros una estadía de reyes.

César Steward, lleva cuatro años trabajando en cruceros. Gana tres veces más de lo que ganaba en Perú, donde fungía como jefe de un departamento de Tesorería del grupo Daewoo llegando a ganar B/.400.

Hoy día trabaja los siete días de la semana de 5:00 a.m., a 5:00 p.m., y horas extras de 6:00 p.m., a 9:00 p.m., para cobrar B/.1,200 mensual por asear los pisos de la discoteca Medusa, y otras áreas de la nave.

Según Steward, el personal trabaja por un contrato de ocho meses, luego pasan dos meses con sus familiares para retornar nuevamente a las faenas.

Este trabajo le ha brindado a Steward la oportunidad de recorrer Europa, casi todo el Caribe, el Canal de Panamá, México, Canadá, Nueva York. Convive con compañeros de Rusia, Macedonia, Indonesia, Filipinas, Nicaragua, Costa Rica y Rumania. También conoció a Davis Roland, músico argentino nacionalizado peruano muy reconocido en este último. Su día libre es cuando la barca atraca, por lo que sale a pasear. Su horario de descanso es de 12:00 mediodía a 5:00 de la tarde, tiempo que aprovecha para llamar a su esposa y saber de sus dos hijos.

El próximo 14 de febrero, inician sus vacaciones, las cuales espera ansiosamente para viajar con su familia a la provincia de origen de su amada. También conocimos a Sonia, una hermosa checoslovaca, encargada de uno de los restaurantes del crucero, quien nos manifestó que le gusta ser anfitriona para orientar a los pasajeros qué platillos degustar.

De igual manera, conversamos con Susanto un joven chef de la India, quien simpatizó con nuestro fotógrafo, en tanto un nicarag�ense nos brindó un jugo de naranja y una hermosa rusa me cautivó con sus ojos semejantes al mar y su sonrisa que me invitaba a no desembarcar.

En tierra, los pasajeros recorrían al son del repicar de tambores y la brisa costeña, el centro comercial. La atracción era un mono cariblanca que jugueteaba con los turistas, quienes se asombran como si nunca antes hubiesen visto uno.

El gracioso bípedo subía en la espalda, cabeza y hombros de los viajeros, quienes se contentaban con él. Hasta un pequeño fue cautivado por el peludo amigo, quien travieso casi me arrebata los lentes. Cuenta Tito que en un día de auge se lleva para la casa de B/.60 a B/.80. La idea surgió de un amigo que lo llevaba al puerto y de allí le diseñó una ropita para el juguetón cariblanca.

La camaradería y la cortesía reinó en el crucero, que junto a sus lujosas decoraciones son un ensueño para cualquiera que desee disfrutar de la hermosura de los parajes que hay en los diferentes paquetes de recorridos esperando por los amantes de la naturaleza.

Los turistas se alejan de los emberá, los kunas y los negros de Colón que tocan para propios y extraños, mientras que arriba en el crucero su personal se prepara para seguir atendiendo a su clientela. Sin temor a equivocarnos lo mejor del Carnival Legend, es su gente que con una sonrisa y fina atención trabajan, mientras los demás disfrutan las bondades de una placentera travesía.

 

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