Viernes 19 de febrero de 1999

 








 

 


MENSAJE
Inesperada provision de cocaina

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

El caso de esta noticia es casi increíble. Se trata de una operación quirúrgica de emergencia, y de lo que sucedió en torno a esa operación.

Antonio Román, colombiano, se encontraba en Montevideo, Uruguay, cuando fue conducido a un hospital en estado de gravedad. El hombre sufría de un horrible dolor de estómago.

En la sala de operaciones dos médicos le abrieron el estómago y hallaron cuatro bolsas de cocaína.

No se sabe si fue durante la operación, o inmediatamente después, que ambos médicos, usando unos canutos de sorber refrescos, aspiraron algo de la cocaína, a la cual -decía la noticia- son aficionados. Este ha sido, hasta ahora, el lugar más extraño para que un drogadicto se surta de drogas.

Lo cierto es que la drogadicción no respeta ni países del mundo, ni categorías sociales, ni figuras profesionales ni niveles económicos. Desde la gente más pobre e iletrada hasta los más poderosos intelectuales padecen la pasión por la cocaína. Es una locura universal que invade sin misericordia a millones de personas.

¿Qué impulsa a tantos seres humanos a darse a la droga? Es la ansiedad de sentir algo eufórico, algo que dé la ilusión de que el mundo todavía tiene sentido, algo que les prometa poder eludir la monotonía y el hastío de la vida.

En el fondo, el ser confundido espera que la droga sea un escape al aburrimiento y a la desilusión del vivir. Espera que lo libre de la carrera loca y materialista que es esta vida. Lejos de eso, la droga lo encierra y lo aprisiona en un círculo vicioso, es decir, lo conduce por un callejón sin salida que se convierte en una interminable sala de espera.

No se puede saber con certeza qué elemento singular caracteriza al que es adicto a la droga. Pero una cosa sí se puede saber: que la persona que le ha entregado su corazón a Cristo y ha hecho de Él el Señor de su vida, no abusa de las drogas ni siente la necesidad de usarlas. La satisfacción que da Jesucristo llena ese vacío.

Esto es algo que podemos poner a prueba. Si le entregamos nuestro corazón y nuestra vida a Cristo, Él nos dará la paz que anhela nuestra alma. Él será nuestra satisfacción. Él será nuestro Amigo.


 

 

 

 

FARANDULA
Más que dos ausencias...Una propuesta

 

PORTADA | NACIONALES | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | COMUNIDAD | REPORTAJES | CRONICA ROJA | EDICIONES ANTERIORES


   Copyright 1995-1999, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.