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Para quienes abrigábamos la esperanza de que en el Centenario de su fundación, Panamá sobresaliera por su civismo y su patrimonio histórico, ecológico y cultural, el robo de la colección de oro del Museo Antropológico Reina Torres de Araúz ha sido un duro golpe.
"Hurto" es quizás la palabra que más adecuadamente describe lo acontecido, pues la colección entera fue retirada sin forzamiento o violencia. Los ladrones se llevaron cerca de 300 piezas de orfebrería, elaboradas por nuestras etnias indígenas hace más de mil años.
En términos patrimoniales, la pérdida ha sido extraordinaria. "Nos robaron la historia", ha dicho Ana Elena Porras, ex directora de Cultura (La Prensa, 23 de febrero). Naturalmente, hubo complicidad por parte de quienes tienen a su cargo la custodia del tesoro. Al momento de escribir esta columna, hay cinco detenidos por su vinculación al millonario hurto y se han encontrado otras 300 piezas de cerámica y oro precolombino en la bodega de un empresario cubano (Crítica Libre, 1 de marzo).
Para castigar a los cerebros y beneficiarios de tan maléfica operación, primero hay que encontrarlos. La ciudadanía debe exigir que la PTJ, el INAC, la Contraloría y el Ministerio Público, cumplan con su deber de restituir a la Nación los bienes perdidos. Que no nos vengan con fábulas, como que las piezas se las dieron a vender a los buhoneros de la Central. Hay que advertirlo, porque en el Panamá del Centenario, nada es imposible. |
