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Cansado de tanto robo está el pueblo panameño. A diario recibimos información sobre atracos e ilegalidades que ponen los pelos de punta.
El ciudadano corriente sufre en carne viva los desmanes de los antisociales, que cada quincena hacen su agosto. Nuestras ciudades, antes tranquilas y acogedoras, hoy están infestadas de rateros y matones dispuestos a lo que sea con tal de arrebatarles sus posesiones a los demás.
Ayer comenzaron las clases, pero pronto no habrá niños en los parvularios, porque se los están robando. El rapto de menores ha generado pánico en la población, pero las autoridades no terminan de organizarse para combatirlo.
En los campos se roban las reses, la tierra, los bosques, el agua, las playas, la naturaleza. Con intenciones de aprovechamiento personal, los saqueadores del ambiente les prenden fuego a los montes y causan daños irreparables a la ecología. Cuando nos quedemos sin agua y comida, será muy tarde para castigarlos.
Los ladrones más sofisticados se aprovechan de la ineficiencia y precariedad de nuestras estructuras institucionales. El otro día se robaron toda la colección de oro del Museo Antropológico Reina Torres de Araúz, valorada en 40 millones de balboas. Encarcelaron a los autores materiales del ilícito, pero el tesoro no aparece. Y los cerebros de la operación brillan por su ausencia.
Y qué decir de los funcionarios corruptos, los jueces venales, los políticos avivatos, los �legisladrones� que nos roban las esperanzas. A ellos nadie les da escarmiento. �Hasta cuándo! |
