Dos de los tres candidatos presidenciales han expresado sus preferencias de designar a hombres con formación militar al frente de la Policía Nacional.
Balbina Herrera, la abanderada del oficialismo, pregona que habrá una Policía con disciplina militar; el opositor Ricardo Martinelli dijo que ya ha seleccionado al ex militar que se hará cargo del principal servicio de la Fuerza Pública.
Tal como están las cosas, para algunos daría lo mismo a quién se designe al frente de la Policía, siempre y cuando haga una labor eficiente y efectiva, que con una verdadera acción preventiva logre reducir los niveles de criminalidad que hay en el país.
Los resultados hasta ahora han demostrado que ni con jefes civiles ni con uniformados se ha logrado controlar la situación y, además, con el presente Gobierno no ha habido una estabilidad, ya que en menos de cinco años ha habido cuatro directores de la Policía e igual número de ministros de Gobierno.
En la Policía ya tienen redactados los manuales de procedimientos y ciertamente no hay fórmulas mágicas, salvo contar con personal que tenga liderazgo y mística en la labor que desempeñan. Aparte de eso, asesores extranjeros están instruyendo al componente de la institución, para que desempeñen una labor de Policía comunitaria.
Lo concreto es que la figura que llegue a la jefatura de la Policía venga con técnicas actualizadas y no con viejos esquemas ya superados; que logre motivar a sus subalternos, para que éstos no adopten el facilismo de dejar pasar el tiempo para llegar a una jubilación, en vez de mantener una actitud proactiva frente al problema de la seguridad pública, que está casi fuera de control.