El panameño está demasiado acostumbrado a que las soluciones de sus problemas, sean el resultado de gestiones ajenas a él, y no el producto de su propio empeño. Si no es por las acciones del gobierno, algún político, un club cívico, la iglesia o alguien con dinero, el panameño no mueve un dedo para salir de sus atolladeros.
Dicho problema se ve en pequeña escala, en los vecindarios, donde es un verdadero lío convencer a algunos residentes de que participen en algún programa de limpieza, o en la liga deportiva, o las acciones para gestionar algún bien comunal.
Igual ocurre con los grandes problemas nacionales. Los panameños son incapaces de organizarse para no ser abusados por decisiones discriminatorias o elitistas, y se quedan de brazos cruzados esperando que otros lleven adelante las luchas a favor del bien general.
Pocos apoyan los movimientos populares que buscan el bien común. Aun cuando la situación agobiante sea generalizada, casi nadie presta su presencia y empeño en la movilización.
�Qué lástima! Así las cosas nunca seremos una nación desarrollada. |