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Allí

Milciades Ortíz | Catedrático

�Cómo, ya pasaron veinticinco años?. Exclamó mi hermana Gioconda, cuando le dije que papá cumpliría esos años de muerto el cuatro de junio de este año.

Ella no lo podía creer y yo tampoco. Imagino que este fenómeno ocurrirá con muchas otras personas que han perdido a sus padres.

Todavía recuerdo muchas cosas de papá, especialmente sus consejos. Me han servido de mucho en mi vida personal y profesional.

Sin tener estudios universitarios, sabía argumentar muy bien, pues era un lector insaciable. Me inculcó el hábito de la lectura mediante el acceso a numerosas revistas que guardaba con celo.

Jamás le pude ganar una discusión, a pesar que no me dejo vencer en una charla...

Entre los consejos de mi padre estaban el que "el trabajo honrado no ofende", cosa que demostró varias veces en su vida.

Vino de Colombia muy joven y tuvo que empeñar una máquina de escribir para comer (todavía existe ese artefacto). Luego hizo algo de dinero con diversos trabajos y de repente lo perdió todo.

Comenzó de "abajo", con labores muy humildes, porque "había que llevar el pan a la casa". Nunca se avergonzó de su trabajo mientras fuera honrado.

También me advirtió "hijo, tenga cuidado, nada en la vida es gratis". Dudaba de casi todo y eso lo sufrieron algunos vendedores de "gangas". No lo convencían por más que le ofrecieran cosas.

En cuestiones de trabajo me dijo "para ser un buen Jefe, primero hay que trabajar de empleado. Así cuando esté arriba ningún subalterno lo podrá engañar".

Sobre las relaciones con los demás me advirtió "nunca busque pelea, pero si no la puede evitar...�pegue primero!".

Me enseñó a defenderme con los puños "por si acaso". Eso me salvó una vez que unos periodiqueros me querían "apambichar" por no estar al nivel social de ellos.

Otra de sus advertencias fue que "nunca le pegara a una niña, porque ellas son unas madres chiquitas". Si yo lo hubiera hecho, mi padre dijo que él mismo me pegaría.

Claro que como ser humano tuvo errores. Yo le agradezco que siempre estuvo allí, al lado de su familia, en las buenas y las malas.

Ahora, que cada vez más, hay hombres que salen huyendo dejando a la mujer embarazada, se divorcian, o se separan por cualquier motivo, aprecio más la lealtad de mi padre a la familia.

Cuando se jubiló no se "achantó". Se puso a sembrar y vender "uvas panameñas" y logró cierta fama. Todavía hoy alguien lo recuerda, además de sus hijos. (Ojalá sea así con otros padres panameños).



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