Hace 22 años se inició la caída del régimen militar. El 6 de junio de 1987, el coronel Roberto Díaz Herrera, tras su jubilación como jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa, reveló muchas cosas que los panameños comentaban en secreto: el fraude de las elecciones de 1984, la vinculación de los militares en la decapitación del médico internacionalista Hugo Spadafora y con los carteles del narcotráfico.
Desde junio de 1987, se inició el deterioro de la dictadura que asaltó el poder el 11 de octubre de 1968. Diversos gremios, la clase alta, media y baja, empresarios, obreros, en fin todo un pueblo se organizó en la Cruzada Civilista para demostrar su repudio al régimen militar.
Al son de paila, pito y pañuelos se inició una lucha cívica en las calles de Panamá y el interior, para expresar desagrado con la situación que vivía el país.
Ese movimiento fue vital para abrir la democratización de la nación. Pero hoy, después de largas jornadas de vigilia y de luto por los desaparecidos y del aporte de medios de comunicación cerrados, queda insatisfacción en el alma del panameño, que siente que hay demasiadas metas inconclusas. Aunque hoy el país trata de perfeccionar su democracia, la patria necesita de movimientos que muevan la conciencia nacional.
El Panamá de hoy es sacudida por la violencia y los efectos de la crisis económica global, ya comienzan a sentirse. Hoy, que recordamos un suceso que dio paso al surgimiento de la multigremial Cruzada Civilista donde se demostró que los panameños tienen ideales comunitarios y que no se dejaba amedrentar por la dictadura, se hace necesario resaltar la necesidad de retomar la lucha para lograr un Panamá mejor.
Se aproxima un cambio de gobierno y como es natural hay optimismo en la mayoría de los panameños, pero se requiere que la sociedad se manifieste en las cosas trascendentales para el país y no sea mero observador de lo que sucede.