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Jueves 1 de julio de 1999


MENSAJE
Salvado por un cordero

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Hermano Pablo
Costa Mesa, California

El espa�ol andaba de turista en una ciudad de Noruega. Debido a su trasfondo religioso, quiso ver la iglesia principal de la ciudad. Mirando hacia la torre, se sorprendi� al ver en lo alto la figura de un cordero. Al preguntar el por qu� de esa escultura, le contaron la siguiente historia.

Cuando estaban construyendo la iglesia, uno de los hombres que trabajaba en la torre se resbal� y cay� desde arriba. Sus compa�eros lo vieron caer y, horrorizados, corrieron hacia abajo, al nivel de la calle, esperando hallarlo muerto. Pero �cu�l no fue su sorpresa y a la vez su gozo al encontrar a su compa�ero con vida!

�Qu� hab�a sucedido? Un reba�o de ovejas pasaba por la calle en el momento en que �l ca�a, y el golpe fue amortiguado por la manada. Un peque�o corderito recibi� casi todo el peso del hombre, y fue aplastado en el accidente. El cordero muri�, pero el hombre se salv�. En memoria del corderito, esculpieron su figura en el lugar exacto desde donde el trabajador hab�a ca�do.

Hay otro Cordero que fue inmolado, pero que rara vez se le ve esculpido como tal. Se trata del Se�or Jesucristo. La primera presentaci�n p�blica que se hizo de El al mundo fue como cordero. El que hizo la presentaci�n fue Juan el Bautista, y la hizo con las siguientes palabras: "�Aqu� tienen el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" (Juan 1:29).

�Por qu� no dijo Juan: "Aqu� tienen el Hijo de Dios"? �Por qu� no dijo m�s bien: "Aqu� tienen al Salvador del mundo", o: "Aqu� tienen al Rey de gloria"? �Por qu� es que lo present� como el "Cordero de Dios"?

Hay una raz�n muy importante. Es que Jes�s, al igual que el cordero de la antigua Pascua Jud�a, vino a realizar una muerte sustitutiva. Vino a dar su vida para que otros vivieran. El mismo lo dijo en estas palabras eternas: "El Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos" (Mateo 20:28).

Nosotros, la raza humana, escogimos el camino del pecado, y estamos condenados a la muerte eterna. Pero Jes�s, el Cordero de Dios, recibi� sobre s� el golpe de nuestra rebeli�n. Ese golpe produjo su muerte, y esa muerte fue en sustituci�n nuestra. El muri� en nuestro lugar.

�Podremos rechazar al que dio su vida por nosotros? Yo no lo he podido hacer, sino que lo he aceptado como mi Salvador y he decidido servirle todos los d�as de mi vida.

Lo invito, amigo, a que haga lo mismo. Cristo desea ser Salvador suyo tambi�n. Su muerte merece toda nuestra devoci�n.

 

 

 

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