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Martes 17 de agosto de 1999


MENSAJE
La ley de Dios y la ley de los hombres

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Hermano Pablo
Crítica en Línea

El juicio estaba llegando a su fin. Todas las evidencias estaban en contra del acusado. La sentencia de muerte caería sobre Carlos Chambers. Había matado a una mujer de setenta años para robarle. Seguramente lo condenarían a la cámara de gas.

El fiscal, a fin de reafirmar su tesis, tuvo la ocurrencia de citar la Biblia: «Dios dice que el que derrama sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada.»

Con esto perdió su alegato, porque al citar la Biblia el abogado defensor pidió la anulación de la sentencia, y el juez tuvo que concederla. La ley dicta que no se puede citar la Biblia para acusar a un hombre en un país donde hay estricta separación entre el estado y la religión. Por usar la Biblia, el fiscal perdió su caso.

He aquí un caso interesante. Sucedió en un país donde ocurren toda clase de argucias jurídicas extrañas, y se presta para una fuerte reflexión. Un asesino merece la pena de muerte. No tiene ningún escape. Pero al citar la Biblia para condenarlo, se ponen en juego tretas legales, y el hombre se salva.

Vale la pena preguntarnos: Al fin de cuentas ¿en qué se basan las leyes humanas de todos los países del mundo para definir un delito? Si no puede citarse la Biblia en el juicio de un asesino, tampoco se la puede citar para condenar a un adúltero, o a un mentiroso, o a un ladrón, o a quien sea culpable de cualquier delito.

Los Diez Mandamientos que se encuentran en el Libro Sagrado son lo que fija y establece la moral humana. Si no hubiera Biblia, si no existieran los autoritarios «Diez Mandamientos», el hombre no tendría ley a la cual sujetarse. ¿Cuál sería el resultado? Se regiría sólo por la violencia y la fuerza. Su única ley sería su propio capricho personal. Esa sería la ley.

En los días previos al diluvio universal nadie obedecía a nadie. No había ley, no había moral, no había norma de vida. Regía sólo la violencia. Cada uno establecía su propia ley. Fue entonces que Dios envió el diluvio, para comenzar un nuevo pueblo.

Los mandamientos de Dios son lo que establece la moral del hombre, y aunque no hubiera nada escrito, el asesinato sería malo, el adulterio sería malo, el robo sería malo, todo pecado sería malo. Lo que no está escrito en tablas de piedra, está escrito en la conciencia del hombre. Y todos hemos violado esa ley.

¿Habrá salvación para el pecador? Sí, la hay. Para eso fue Cristo a la cruz, para pagar el precio de nuestra redención. Podemos acudir a Él. Jesucristo ya cubrió nuestro mal. Por eso se llama Salvador. Rindámosle nuestra vida a Él.

 

 

 

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