�Astucia humana o sabidur�a divina?
Carlos Rey
Colaborador
Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media a un hombre muy virtuoso lo acusaron injustamente de haber asesinado a una mujer. Cuando lo llevaron a juicio, el hombre sab�a que dif�cilmente escapar�a del terrible veredicto: �la horca! El juez, un hombre muy injusto, a fin de dar la impresi�n de que se iba a hacer justicia, le dijo al acusado: -Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Se�or, vamos a dejar en manos de �l tu destino. En un papelito escribiremos �culpable�, y en otro, �inocente�. T� escoger�s uno de los dos papeles, y ser� la mano de Dios la que decida tu destino. Como suele suceder en tales casos, el malvado funcionario hab�a escrito �culpable� en ambos papeles, y la pobre v�ctima, a pesar de desconocer los detalles, se dio cuenta de que se le hab�a tendido una trampa. No parec�a haber escapatoria. El juez le dijo al hombre que tomara uno de los papeles doblados. �ste respir� profundamente y se qued� en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados. Cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abri� los ojos y, con una extra�a sonrisa, tom� uno de los papeles, se lo llev� a la boca y se lo comi� r�pidamente. Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon airadamente. -Pero, �qu� has hecho? �Y ahora c�mo vamos a saber el veredicto? -Es muy sencillo -respondi� el hombre-. Es cuesti�n de leer el papel que queda, y as� sabremos lo que dec�a el que me tragu�. Con ira mal disimulada, tuvieron que poner en libertad al acusado, y jam�s volvieron a molestarlo. Hay quienes, al escuchar una leyenda como esta, la relacionan con el refr�n que dice: �El hombre astuto, hasta de los males saca buen fruto�,1 pensando en lo mucho que vale la astucia humana. En cambio, hay otros que le dan m�s importancia al hecho de que se trata de un hombre �devoto del Se�or�, y suponen que cuando �se qued� en silencio... con los ojos cerrados�, le estaba pidiendo a Dios sabidur�a. Lo ir�nico del caso es que el perverso juez le confi� a Dios el destino del hombre devoto, y Dios no hizo m�s que demostrar que hab�a quedado en buenas manos aquel justo. M�s vale que en vez de jactarnos de la astucia humana, le pidamos a Dios sabidur�a, como lo hizo el sabio Salom�n2 y como nos anim� a hacerlo el ap�stol Santiago.3 As� podr� cumplirse tambi�n en nosotros la siguiente advertencia y promesa de nuestro Se�or Jesucristo: Tengan cuidado con la gente; los entregar�n a los tribunales y los azotar�n.... Por mi causa los llevar�n ante gobernadores y reyes para dar testimonio.... Pero cuando los arresten, no se preocupen por lo que van a decir o c�mo van a decirlo. En ese momento se les dar� lo que han de decir, porque no ser�n ustedes los que hablen, sino que el Esp�ritu de su Padre hablar� por medio de ustedes.
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