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Martes 31 de agosto de 1999


MENSAJE
Salt� hacia la muerte

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Hermano Pablo
Cr�tica en L�nea

El joven mir� la calle desde el piso veinte. Estaba en el Hotel Hilton de Londres, Inglaterra, y los autos y la gente se ve�an peque�os a cien metros por debajo de �l. Vest�a traje de paracaidista, y con un paraca�das amarrado a su espalda, su intenci�n era obvia.

�No saltes -le advirti� su amigo, tambi�n paracaidista-. Est�s a doscientos metros por debajo de la altura m�nima requerida.� Pero Darren Newton, de veinticinco a�os de edad, desoy� el consejo, y salt�.

El viento en la bajada lo tir� contra el edificio, y el joven cay� dando golpe tras golpe contra la pared hasta llegar al suelo. No le qued� un s�lo hueso sano. Muri� por confiar demasiado en s� mismo.

He aqu� una muerte que pudo evitarse. Durante diez segundos escasos Darren dio ejemplo de lo que ocurre con la gente que conf�a demasiado en s� misma y que desoye consejos y advertencias. Se arriesga sin medir consecuencias, y el resultado es una ca�da, el destrozo, huesos quebrados, y la muerte.

Casi podr�amos decir que la sociedad occidental, esa sociedad europea y americana, heredera de la m�s grande civilizaci�n que ha conocido la historia, est� haciendo lo mismo que Darren Newton. Est� arroj�ndose desde la inmensa altura de su civilizaci�n, y en la ca�da va dando golpes contra paredes que est�n destruyendo integridad y honradez, matrimonios y hogares.

�Cu�les son esas paredes? Son las eternas e inflexibles leyes morales de Dios, que sostienen, instruyen y dirigen cuando son obedecidas, pero que golpean y confunden y quebrantan cuando son desobedecidas.

Ahora que podemos contemplar el siglo XX desde el portal del siglo XXI, y que podemos contemplar la triste condici�n de la familia moderna y de la sociedad que es el resultado de esa familia, es f�cil ver el desmoronamiento de la sociedad entera. Y la causa sigue siendo siempre la misma: la continua desobediencia a las leyes morales de Dios. Pero si la sociedad est� empecinada en destruirse, nosotros en particular no tenemos que seguir el mismo rumbo.

�Qu� podemos hacer? Podemos arrepentirnos de nuestra ensimismamiento, y rendirnos al se�or�o de Cristo. Cuando las leyes de Dios son nuestra gu�a, no nos perdemos en el desorden y en la confusi�n que para tantos es esta vida. No tenemos que seguir el rumbo del mont�n. Rind�monos a Jesucristo. �l es nuestra salvaci�n.

 

 

 

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