Alarmas que provocan
tragedias
Hermano Pablo
California
Ninguno de los
treinta mil espectadores que acudieron al estadio Alberto Silva
de la ciudad de Tiradentes, Brasil, imaginaba que la inauguración
terminaría en tragedia. Esa tarde el sol brillaba en todo
su esplendor; los gallardetes y banderas del Fluminense y el
Tiradentes, los dos equipos de fútbol, adornaban las tribunas
con alegres colores.
Todo era fiesta, entusiasmo, alegría. Los dos equipos
desarrollaban sus acciones en la cancha y los miles de aficionados
gritaban alentando a sus favoritos. De pronto, un grito frenético,
agudo, penetrante salió de la garganta de un solo individuo.
«¡Peligro! Peligro! Se están desplomando las
graderías!»
El recuerdo de otras tragedias deportivas en que tribunas
que se vinieron abajo causaron cientos de muertos produjo horror
y espanto en la multitud. Sin pensarlo dos veces, una avalancha
humana se lanzó escaleras abajo. Rompieron la barrera
de seguridad y quisieron ganar la calle. Muchos se arrojaron
desde una altura de seis metros, y los que venían detrás
los siguieron ciegamente, cayendo unos sobre otros. El saldo
trágico fue cuatro muertos y más de mil heridos
de gravedad. Y todo por un grito de alarma que fue falso.
¡Qué fácil es hacerles caso a los gritos
de una falsa alarma cuando uno vive con el temor latente de sufrir
una desgracia! En un pueblo de la República de El Salvador
alguien gritó durante una fiesta. También una estampida
fue el resultado, donde muchos murieron al caer unos sobre otros,
pues el hombre había gritado que la iglesia se estaba
quemando.
El mundo parece vivir en un estado de temor reprimido. Los
nervios de la gente están estirados como cuerdas de guitarra.
El corazón palpita, calmado sólo a fuerza de sedantes.
¿Por qué esta angustia reprimida? ¿Por qué
este miedo latente? ¿Por qué este frenesí
que estalla a la menor provocación? ¿Por qué
estas locuras colectivas?
Hay que buscar la razón en la falta de paz interior
que es resultado del alejamiento de Dios. Porque todo el que
vive concientemente alejado de Dios, vive lleno de suspicacias,
presentimientos y temores secretos.
La Biblia dice que Cristo es nuestra paz. Con Cristo en el
alma vivimos a salvo de temores, terrores y miedos.
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