No existe un grupo de personas en el mundo que tengan más que enseñar a la humanidad que los adultos mayores. Es una verdadera tragedia que en algunos lugares se les trata como si fuesen un estorbo.
No hay nada peor que generalizar. Esto sucede con todos los tipos de discriminación: se toma a un grupo humano en particular, en este caso los adultos mayores, y se les asigna una serie de defectos y características negativas, afirmando que estas definen a todos los miembros de este grupo y no pueden librarse de ellas.
El concepto anterior trae como consecuencia que se tilde a los adultos mayores como molestosos, necios, de comportamiento infantil, inútiles, incapaces de valerse por sí mismos, y dignos de ser dejados a su suerte en una mecedora.
Es triste cuando vemos hogares en los que el abuelo/a o bisabuelo/a es como una parte más del mobiliario. La gente de la casa camina de un lado a otro, pasando frente a ellos, y deteniéndose solo para dejarles su correspondiente plato de comida, tal y como si fueran el perro de la casa.
Según las proyecciones de la Contraloría General de la República y de la Caja de Seguro Social, entre los próximos 20 años la población de adultos mayores de la República alcanzará su mayor porcentaje en la historia. Esto significa que todos como panameños tendremos en conjunto una mayor responsabilidad de cuidar y defender los derechos de nuestros ancianos.
Después de todo, algún día llegaremos nosotros a ser adultos mayores, si es que tenemos suerte de llegar hasta allá. Y a nadie le gustaría ser tratado como se trata a algunos de nuestros abuelos.
En vez de dejar relegados en una esquina a los abuelitos, hablemos más con ellos, tratemos de aprender de sus experiencias. Todos ellos son un cúmulo de conocimientos que podemos aprovechar para no aprender a cometer los mismos errores que ellos cometieron cuando tenían nuestra edad.