Solidaridad y ‘emputación’

Solidaridad y ‘emputación’

Solidaridad y ‘emputación’

Por: Juan Pritsiolas Crítica -

Hace una semana fue la asamblea general de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), momento oportuno para hablar sobre solidaridad entre los periodistas frente a las dificultades en el ejercicio del oficio y las amenazas.   
Discutía fuertemente con una colega esa poca solidaridad que incluso ronda con la falta de dignidad en la que incurren algunos medios y hasta propios periodistas frente a las amenazas de sus pares. Creo que la ofendí, porque intentó un argumento a las luces falso y me bloqueó. Pedí disculpas, pero sigo bloqueado.
En Panamá se viene dando la mala costumbre de crear una división para tildar a medios y periodistas de "X" o "Y" categoría o de “bajo o alto perfil”. Los ataques solo se resaltan cuando los afectados son dos determinados medios: uno impreso y otro televisivo.  Al resto que se los lleve El diablo.   
En la reunión de la SIP en Punta Cana hubo serios cuestionamientos sobre las amenazas hasta de cierre que ha lanzado la DGI con sus constantes alcances fiscales contra Editora Panamá América. Se incluyó el tema de las amenazas a Álvaro Alvarado y medio forzado lo de la medida restrictiva contra Julio Miller. Con sus virtudes y defectos, ¿quién puede negar los aportes de Miller en su larga trayectoria por la televisión?
Para algunos medios fue más importante resaltar la absurda intención del Tribunal  de controlar la pauta publicitaria durante los comicios, que los temas profundos. Eso es como que te manden a entrevistar a un personaje y cuando llegas al lugar de la cita observas que matan al tipo. Tu jefe pregunta: ¿tienes la entrevista?, le respondes: No, porque lo asesinaron. ¿Tienes los detalles del crimen? ¡No! ¡Plof! 
Pero en el caso de la SIP, más que el olfato de cualquier redactor novato, prevalece la orden superior de minimizar el tema de fondo o esconderlo en la sección de las cómicas.  
Durante el régimen militar tuve la oportunidad de ejercer entre 1984-1989, uno de los periodos más difíciles para los periodistas.  En el lapso de 1987-1988 laboraba en el diario “Extra” con el “maestro” Cristóbal Sarmiento, en cuestión de seis meses nos cerraron dos veces; la última en marzo de 1988 para no abrir más. “La Prensa”, KW, “El Siglo” y Radio Mundial también fueron clausuradas. 
A los periodistas solo les quedaba vivir de la solidaridad o mejor dicho caridad de la gente que los mediodía se congregaban a sonar pitos y pailas en la Calle 50. Ese escaso apoyo económico que se lograba solo duró una semana, luego cada quien: sálvese quien pueda.  
Recuerdo que se hacían malabares para sobrevivir. Ciro Ortega, para entonces periodista de Canal 4 y hoy uno de los altos cargos de la vocería presidencial, traía cajas de bananos verdes desde la finca de su familia en Divalá y era lo que servía para complementar los días de la crisis.   Era esa una forma de solidaridad.
Gente que hoy mezquinamente limita ese tipo de expresión no figuraba en el panorama periodístico, nunca enfrentaron cierre de medios, los recursos de sus familias les permitía vivir holgadamente o ejercían altos cargos en los gobiernos que silenciaban en la época castrense.   En lo personal he sido siempre solidario frente a situaciones que involucren a colegas, sin importar que luego no nos correspondan.  
Cuando se dio el incidente entre el exmandatario Ricardo Martinelli y un periodista de televisión lo cuestionamos e igual con el caso de La Prensa y los camiones de Ochy, la situación que se dio con Julio Miller, con Álvaro Alvarado, KW Continente, la condena de “La Prensa”, NEXtv y más reciente lo sucedido entre la diputada Zulay Rodríguez y un reportero de “Mi Diario”.
Allí están las publicaciones de referencia.  Algunos nos cuestionan por qué reportamos esos hechos, si cuando les dan a ustedes no hay reciprocidad de determinados medios. Es cuestión de principios. Nosotros los tenemos, sin importar los otros.  Sin duda que cada medio cuenta con  su línea editorial, pero cada director y periodista tiene criterio y eso hace la diferencia. Hay que usar el cerebro, si no otro lo va usar por ti.   
Para la época de la dictadura, trabajé para medios opositores. Ya para la campaña de 1989 laboré por 4 meses para el vespertino "Mediodía" que tenía como accionista principal a Ramón Sieiro, candidato a la vicepresidencia y cuñado del general Noriega. Allí laboré con uno de los periodistas más completos que ha tenido Panamá: Guillermo Rodolfo Valdés. El hombre triunfó en radio, televisión y periódicos. Aquí se ha reconocido a gente que nunca ha sido periodista y figuras como Valdés han sido olvidadas.

Tras la invasión estuve por casi 20 años en el “Panamá América” y “Crítica” con la familia Arias, ningún colega puede objetar mi solidaridad y expresión de amistad sin importar la trinchera periodística en la que estuvieran. Soy amigo de Jorge Luis y Horacio, los hijos de "Fulele". Durante la dictadura, eso no separó la amistad. Ellos solo se reían cuando me veían en la calle tras  leer alguna nota dura mía contra los militares. Tras la invasión, Ecolástico estuvo preso y siempre le preguntaba por su padre. La amistad primero.
En octubre del 2010 renuncié a la dirección de “Crítica” porque no estaba de acuerdo con una propuesta de fusión de secciones que promovía la gerencia. Por cuestión de principios me fui y perdí mis prestaciones. Otros se quedan y prefieren aguantar. Soy de los que se van si no estoy cómodo y no ser escollo para una iniciativa que no comparto.  
Me quedé dos meses en casa. Fueron los días más tranquilos de mi vida. Por primera vez en dos décadas  tomaba 100 por ciento vacaciones. A los dos meses, los Arias vendieron. Estuve a punto de firmar con “La Prensa”; Waked me quiso reclutar; hablé con Sabrina Bacal y Agustín De La Guardia que me contactaron, pero creo que se dieron cuenta de que la televisión no era lo mío.
Un día antes de concretar con “La Prensa” me llamaron los nuevos encargados de Epasa y me ofrecieron volver a “Crítica”. Es casi seguro que si me pongo en una puja y repuja habría logrado con la gente de la 12 de Octubre una mejor retribución, pero no todo es plata en la vida. En mi pequeño diario rojo dejé amigos con los que convivía hasta más tiempo que con mi familia. El periodicucho -como nos denominan algunos cuestionadores- tiene algo que te amarra. Su personal algo loco, lunático y con sentimientos como la marea donde hoy el compañero te saluda con una sonrisa de oreja a oreja y mañana te recibe con la boca torcida, es mágico.  Es un grupo extraño. Somos como los Grinch. En Carnaval, fiestas patrias y Navidad, la redacción sigue pelada mientras en los otros departamentos y diarios de la empresa, el adorno se desborda. ¡Así somos! De lunes a viernes esperan el pan caliente que traigo de Momi, el día que no lo llevo se emputan conmigo.

Creo ser un director de mente abierta que respeta las tendencias de todos. He tenido un subalterno que en dos ocasiones mandó cartas a la gerencia cuestionándome y hasta disparó sus críticas contra “Crítica”. Nunca hubo intento de despido. Estoy seguro de que en otro medio no habría sucedido lo mismo y sé que esa persona hoy así lo entiende y sabe que fuimos tolerantes.

Pero lo que sí me emputa es la falta de solidaridad de clase y que se insista en maximizar los ataques a ciertos medios y minimizar al resto. Que un número plural de periodistas quede sin trabajo por cualquier intento de cierre para silenciar voces no puede ser algo que pase desapercibido.

En lo personal no me preocupan las amenazas, y si algún día cometen la locura oficial de la DGI de secuestrar el diario, muy bien se pueden buscar otro director, porque no entro en ese tipo de componendas.

Ayer en un congreso de periodismo digital en la Universidad de Texas, uno de los panelistas destacó que las redacciones tienen tres brechas: mental, habilidades y tecnológicas, por lo que se debe contar con gente que abrace el cambio para enfrentar la revolución digital.

Lo cierto es que si mañana no se necesita papel para sacar “Crítica”, acá somos lo suficientemente capaces para hacer titulares adictivos y sensacionales y tener como lectores a la generación millenial de los nacidos entre 1980 y el 2000. ¡Estamos listos para sobrevivir la revolución digital y para seguir emputados con la falta de solidaridad!

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