El fútbol panameño tuvo el año pasado una temporada para el olvido. Desajustados e incoherentes, los jugadores de la selección nacional cayeron en un profundo agujero de donde no se pensaba iban a salir en breve tiempo.
Sin embargo, en la reciente Copa de Naciones, celebrada en Honduras, el equipo istmeño se levantó de sus cenizas y se elevó hasta el máximo sitial de esta competencia, a pesar de haber sido derrotado contundentemente al inicio por el campeón vigente, Costa Rica.
Los muchachos de la selección no eran los favoritos, apenas se les otorgaba la posibilidad de un cuarto lugar a lo sumo. Pero cuando la tricolor hundió a Guatemala comenzó a ser vista con mayor cuidado. Sus posibilidades superaban el nivel sorpresivo.
Cuando le tocó enfrentar al equipo anfitrión, Honduras, se decía que era cuestión de noventa minutos para que Panamá regresara a casa, una vez más humillada y con las manos vacías, pero no fue así. El equipo canalero se convirtió en una maquinaria efectiva, de férrea defensa y con puntería y derrotaron a los de casa.
Entonces le llegó el turno a Costa Rica, que nos había encajado un 3 a 0 al inicio del campeonato. Los muchachos de Gary Stempel no se dejaron intimidar por ese marcador ni por las ínfulas de campeones de los ticos. Era cosa del pasado y ahora las cosas fueron diferentes.
Después de noventa minutos de jugar denodadamente, el partido terminó empatado a cero goles. Vino la tanda de los penaltis y nuestros tiradores desde los doce pasos, ejecutaron con elegancia y frialdad sus disparos al marco para lograr la anhelada victoria sobre el titular defensor que no daba crédito a la nueva realidad.
Impresionante el carácter de los jugadores, briosos y llenos de esperanza, inteligentes y certeros, convencidos de que los tiempos de "bultos" quedaron en un pasado muy remoto; ahora somos un equipo de respeto en el área y por eso somos los nuevos campeones.
A los centroamericanos les tardó más de ciento cincuenta años alcanzar el nivel futbolístico con el que hoy cuentan, a Panamá, le han bastado menos de cinco décadas para igualarlos. Eso es talento, eso es voluntad y amor propio.
