Costa Rica, una de las democracias más antiguas de la región, vive actualmente un clima de incertidumbre tras una reñida elección presidencial entre el exmandatario Oscar Arias, quien aventaja apenas por 3, 250 votos al economista Ottón Solís.
Luego de escrutarse el 84.4% de las 6, 163 de las mesas de votación, que deja apenas unas pocas décimas de ventajas a Arias, las autoridades electorales ticas decidieron hacer un recuento manual de votos. Los resultados finales se sabrán dentro de dos semanas. Toda elección donde existe un estrecho margen de ventaja, siempre es una ventana abierta para toda clase de impugnación y cuestionamientos.
En Panamá hubo una experiencia similar en 1984, cuando el entonces candidato oficialista Nicolás Ardito Barletta venció por 1, 713 votos al caudillo Arnulfo Arias. La oposición tildó de fraudulentos esos comicios y luego uno de los altos cargos de las Fuerzas de Defensa confesó la trampa contra el candidato panameñista.
El propio George Bush llegó de manera cuestionada a la Casa Blanca, cuando a pesar de haber perdido en la elección popular frente a Al Gore, el sistema de Consejo de Electores le concedió la Presidencia.
En Costa Rica se ha repetido un fenómeno que se ha dado en otros países, donde las fuerzas tradicionales salpicadas por la corrupción pierden su caudal y dan paso a partidos emergentes, como el que promovió la candidatura de Ottón Solís, un oponente a la firma de un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos.
En unos comicios en la que participaban 14 candidatos, Oscar Arias aparecía como un sólido ganador, pero hoy vive una pesadilla política que le puede hacer naufragar sus intenciones de retornar a la Presidencia.