El barro es el material más idóneo para trabajar el volumen, ya que su ductilidad hace que su simple manipulación ya sea un placer sensorial.
La sencillez de esta técnica favorece la maduración manual, ya que el alumno es capaz de obtener resultados satisfactorios haciendo y deshaciendo, ampliando su conocimiento de la forma y consiguiendo expresarse y crear por medio de este lenguaje.
El barro se trabaja pinzándolo con los dedos, añadiendo a pellizcos, no debiéndose tener en los dedos como juego, ya que el calor de las manos lo deshidrata.
Debe trabajarse con movimientos inteligentes de los dedos, siendo altamente educativo incluso como manualidad.
El barro no debe trabajarse como la plastilina, modelando pequeños fragmentos de diferentes colores por separado. Ni tampoco como la cerámica: esta técnica no sería adecuada puesto que su cualidad reside en la pureza de la línea, de los perfiles, y de la forma, matices que el niño no acostumbra a percibir.
Además, las personas suelen tener dificultades para imaginar el color, que sólo se ve cuando la pieza ya está cocida. Sí amigos, cada vez se aprenden cosas nuevas.