Saludos amigos y amigas del béisbol, bienvenidos a otra jornada de la pelota criolla; hoy en el jueves de reflexión, apuntamos hacia la esquina roja, claro, la esquina de la tropa metropolitana que cayó abatida en el terreno y que parece que no pudo reponerse a la frustración de un mal juego, el cual es culpa solamente de cada uno de los que estaban en el terreno de juegos.
Qué triste por Metro, ese glorioso equipo de la categoría juvenil, dueño de marcas imborrables, de pasajes históricos y de peloteros emblemáticos, que por sus propias manos, con un juego horrible en el terreno, se deja comer por la presión y cae en una desesperación poco favorable y rayante en lo humillante.
Metro actuó como un equipo andrajoso en su último juego, y cerró su actuación golpeando a un pelotero herrerano en una jugada que su mánager Luis Molina debió evitar; lo mismo el árbitro de la vista gorda, el señor Heriberto Chávez.
Los peloteros son jóvenes, en una etapa de crecimiento personal y deportivo, pero los técnicos y árbitros son unos mamuyones, adultos, que pueden evitar las cosas y ninguno de los dos hizo nada. Herrera ganó bien y eliminó a Metro, por lo que Molina jamás debió permitir que se cerrará el partido golpeando a Fabio Marciaga, por lo deprimente que resultaba el triste final de un glorioso Metro.
Que les sirva de ejemplo tanto a Molina como a Chávez el legado y ejemplo de Manuel Rodríguez, que sabiendo que tirarían a golpear a Marciaga les pidió calma a sus muchachos y reaccionaron con sapiencia. Una lección de humildad y de buen béisbol, cosa que ni Metro, ni los árbitros deprimentes, ofrecieron.
Felicidades, Manuel, y ojalá la comisión arbitral tome nota de esto, sino serían cómplices de la mediocridad.
!Viva el béisbol!