La desgracia ocurrida dos noches atrás, en la que dos buseros en regata causaron dos muertes y más de 30 heridos, puso de manifiesto una vez más que manejar a la ofensiva siempre trae consecuencias negativas.
Los comentarios de los medios y el público en general se ha concentrado en los transportistas que iban como alma que lleva el diablo. Los clamores de justicia para estos conductores está totalmente justificada pero, �son los choferes de buses los únicos que se pasan las luces rojas, manejan a alta velocidad y dan giros indebidos?
El aparatoso accidente de la Vía Transístmica es un espejo en el que debemos vernos todos los que se transportan de un lado a otro detrás de un volante.
Al conducir a altas horas de la noche en la ciudad, aún podemos ver a conductores en autos particulares manejando a más de 100 kilómetros por hora en las vías principales.
El manejo desordenado es un vicio que aqueja a muchos automovilistas en este país. No es un mal exclusivo de los que manejan con un fin lucrativo.
A veces, la velocidad es el resultado de la desesperación por llegar temprano a nuestros compromisos, en una ciudad ahogada en embotellamientos de tránsito. A veces, sencillamente canalizamos nuestras frustraciones de trabajo y familiares a través del manejo agresivo.
En casos peores, se trata de distracciones inexcusables, irresponsabilidad, o consumo excesivo de alcohol.
De cualquier forma, el resultado de "manejar como loco" es el mismo: una colisión, un vuelco o un atropello. Y en el caso del tercer resultado, cada vez más panameños están huyendo de la escena cuando atropellan a un peatón. Es algo lamentable, escapar de la responsabilidad a toda costa, cuando la vida de un ser humano está en juego. Lo más peligroso de manejar desordenadamente, es que el tiempo pase y no ocurra nada malo, porque esto nos hace sentir que estamos en control de la situación al manejar rápido. Pero mientras más imprudentes somos, más grave la tragedia.