Dios, Padre misericordioso, concédenos a través de la dolorosa Madre de Jesús, a quienes meditamos los misterios del santísimo rosario de la Virgen María, que practiquemos lo que contienen y obtengamos lo que prometen por Cristo, nuestro Señor.
�Oh Espíritu Santo!, dame todas las gracias necesarias para engrandecer y proteger mi alma. Haz que de mí, que del verdadero árbol de vida que es la adorable María, crezca y dé flores y frutos en abundancia. Que tu esposa fidelísima me proteja y forme perfectamente en mí a Jesucristo, grande y poderoso, hasta la plena madurez.
Cristo, mi Señor, que estás a la diestra del Padre, intercede día a día por todos tus discípulos y amados sacerdotes, sobre todo por mí, que día a día me entrego a la prerrogativa de ensalzar tu gloriosa cruz para salvación de la humanidad. Durante la homilía me entrego de lleno a ser amado y amar como Tú lo haces; impulso la alabanza de la feligresía con himnos y cánticos. Un ejemplo de estos cánticos de alabanza a Ti es el "Magnificat" y el "Benedictus", ambos existentes en la Biblia. Con la letanía, mis hermanos sacerdotes y yo damos una alabanza a Dios y a la Santísima Virgen.
Yo te conozco muy bien, excelentísima Señora, por las conversaciones de otro piadoso que te ama, admira, confía y defiende de los ataques injustos e inmerecidos de los que eres objeto por parte de tantos hijos ingratos. Gracias al amigo leal y al hermano de devoción sacerdotal P. Eliécer Sandoval, discípulo incansable de Dios, confesor extraordinario de la confesión e intercesor perenne al servicio de la Iglesia, y en especial a la Virgen María Guadalupe.
�Oh María, enséñanos cómo quieres que te pidamos las súplicas! Ilumínanos a todos los sacerdotes a renovar la fe cristiana.
Salud, bienestar, comprensión, piedad, amor, paz y gloria para todos los que sacrifican su razón de ser: Luz de la vida.