El Tribunal Electoral y la Conferencia Episcopal Panameña han caído en cuenta de que -a menos de un año para las elecciones de 2009- la carrera política ha degenerado en una grosera mezcolanza de promesas absurdas, descalificaciones, campañas sucias y cero propuestas sustancionsas y sustanciadas.
La institución rectora de la agenda electoral y los máximos representantes de la Iglesia Católica en el país sostuvieron una reunión de coordinación, de la cual debe salir el logro de comprometer a todos los partidos políticos de gobierno y oposición a que se conduzcan con la ética y honestidad que se espera de los grandes actores del escenario político. O mejor dicho, que se conduzcan con la ética y honestidad que ya nadie espera de ellos.
Definitivamente que es más fácil lograr estampar en un pacto ético electoral las firmas de los presidentes de los 10 partidos vigentes, que obligar a sus respectivas cúpulas a generar una campaña política ejemplar, rebosante de propuestas creíbles y al mismo tiempo libre de insultos y atribuciones de culpa.
Pero al menos, la iniciativa del TE y la Conferencia Episcopal refleja el verdadero sentir de la ciudadanía con respecto a la clase política en general.
Poco efecto en la conducta de los dirigentes partidistas tendrá este pacto ético, mientras que las sanciones se limiten al ámbito de lo moral. Pero, con suerte y perseverancia de la ciudadanía, esto implicará mayor presión a los políticos para el establecimiento, en un futuro no muy lejano, de reformas electorales que realmente los pongan a rendir cuentas a la ciudadanía.