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A la hora de asignar nombres, �Habrá algún pueblo con mayor ingenio que el nuestro? Para damas, la creatividad panameña ofrece al mundo combinaciones deslumbrantes como Adavelkin Yairovi, Aldricsa Shebiana, D'hainshka Label,
Ealleen Davianys. El muestrario para caballeros es igualmente rico y variado: Fialdemir Ulibes, Babiliano Cathniel, Daccel Hanforny, Yaabseel Alloweden. Equivóquese usted al pronunciar alguno de éstos y producirá enseguida una estallido de indignación: "Saayuris Zhaydette", le corregirán, con recalcado acento en la segunda sílaba. Sin duda, lo impronunciable no les quita lo original.
�Qué funcionario podría negarse a inscribir a una criatura con un nombre tan singular como Ancyluris Yelesky, Fabedio Axchel, Hexrrunis Jusdhara o Kaamand Zafari? Sus inventores los deberían patentar, pues sólo en Panamá se los encuentra.
Antaño, se seguía la ancestral costumbre de dar a los niños el nombre del santo en cuyo día nacían o eran bautizados. Si usted nació hoy, 6 de mayo, se llamaría Juan Evangelista, Alberto, Demetrio o Heliodoro, nombres de prosapia perpetuados por las virtudes de quienes así se llamaron.
Hoy, la influencia caribeña y la atracción farandulesca son más poderosas que la tradición hispánica que nuestros antepasados seguían fielmente. Nombres armónicos como Aminta o Elvira son cada vez más raros: Han cedido espacio a innovaciones como Karyshma Shantall o Mileydis Dayana, mutación tropicalizada de "My Lady Diana", vocativo referente a la difunta consorte del Príncipe Carlos de Inglaterra. |
