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Siempre hay gente aprovechada. Cuando se hacen recolectas en los centros de trabajo para comprar comida para todos, a veces se cuenta con una mano caritativa. Sale un amigo que dice: "Yo pongo la plata. Mi deseo es compartir con ustedes", pero cuando éste necesita o desea una retroalimentación, la mayoría beneficiada no colabora en lo más mínimo.
Lastimosamente hay seres humanos como los peces que el pescador saca de su red. Hay de todo: buenos, malos y aprovechados, pero los peores son los que tienen su corazón de piedra que no conocen que compartir es: "repartir o distribuir las cosas en partes para que otro u otros puedan beneficiarse".
Hasta en los hogares ocurre. Los hermanos se pelean porque uno usó las zapatillas del otro. Imagínese la mezquindad que se puede palpar en los centros de trabajo, donde no hay intereses en común.
Si se pide para comprar pollo, salen y dan para sí. Lo mismo ocurrirá si compran pan o pescado. El final es el mismo. Nadie se acuerda del hermano que un día dio sin mirar a quien.
El mensaje, hermanos, es bien claro. La lengua está hecha para comunicarnos. No nos ahoguemos en excusas baratas decir: "Oye, lo lamento, no me acorde de ti".
Si queremos convertirnos en excelente trabajadores, ciudadanos o hermanos aprendamos a compartir. Esa es la clave del éxito. Lo demás viene solo. |
