ABRACADABRA
"Urbanidad"

Carlos Guevara Mann

La falta de consideración por nuestros semejantes se ha convertido en rasgo sobresaliente de la vida contemporánea en Panamá. Son legendarias las quejas de maltrato a los usuarios de servicios públicos, pero la cosa no termina allí. En las relaciones profesionales y sociales, predominan la descortesía y el irrespeto por los derechos fundamentales del prójimo.

Hay normas básicas de convivencia que, si no se observan, nos hacen retroceder a niveles de primitivismo característicos de la vida salvaje.

Son asuntos sencillos, como dar los "buenos días", presentarnos puntualmente a una cita, sostenerle la puerta al que viene detrás, o contestar a tiempo una llamada telefónica, carta o mensaje electrónico.

Hoy por hoy, manifestaciones de cortesía como éstas son una rareza o extravagancia. En la esfera profesional, se deja sin respuesta a quienes dependen de ella urgentemente.

Poco o nada importa que alguien sufra un perjuicio o pase un mal rato por la desconsideración de otro. Esto revela desprecio por el derecho ajeno y la dignidad del individuo, principios que no sólo deben inspirar la vida política, sino también las relaciones sociales, profesionales y comerciales entre compatriotas.

Con frecuencia se oye decir que "no hay tiempo" para ser decente, que los ajetreos de la modernidad impiden relacionarnos de manera civilizada con nuestros semejantes, que las actividades profesionales nos tienen constantemente sometidos a una "presión" que no permite observar reglas esenciales de urbanidad. Estas son excusas que se han inventado para justificar un vergonzoso retroceso al primitivismo.

A mucho mayor ajetreo y presión están sometidos quienes viven en sociedades más modernas que la nuestra. En ellas, ciertamente, ocurren desgracias y tragedias de magnitud impresionante.

A pesar de estos sucesos, lo cierto es que sus relaciones humanas básicas se conducen a un nivel superior al nuestro. Se trata a la gente con dignidad y respeto porque se reconoce su condición de seres humanos.

De ello puedo dar testimonio, pues he vivido varios años en los Estados Unidos. Allá hasta los empleados públicos devuelven llamadas y contestan su correo puntualmente, algo que a los panameños nos parece insólito, porque aquí ni en las transacciones mercantiles ni en las relaciones profesionales se observan normas fundamentales de urbanidad, menos aún en el trato de los funcionarios del gobierno hacia la ciudadanía.

Panamá no era antes así. Nos ha hecho cambiar una "modernización" mal asimilada que, en vez de adelanto, nos ha devuelto a la prehistoria en lo que se refiere a relaciones sociales. Sólo valoramos al individuo por el dinero que pueda acumular; lo demás, incluyendo el trato al prójimo, no tiene importancia.

También nos hizo cambiar la dictadura militar, especialmente a través de los principales antivalores que impulsó: la arbitrariedad y el "juega vivo".

Fueron 21 años en que vimos adquirir fama y fortuna a quienes abusaron y se aprovecharon, mientras que, para los que mantuvieron sus principios y se condujeron con decencia y moralidad, hubo "palo y plomo", como dijo Noriega.

Recuerdo una anécdota de cierto ministro de Obras Públicas de la dictadura.

Unas damas, preocupadas por el deplorable estado de las vías públicas de cierta localidad interiorana, solicitaron audiencia para pedir la intervención del MOP.

El ministro las citó en su residencia una mañana ... ¡y las recibió en paños menores! Allí tiene Ud. retratada la desconsideración y el irrespeto de la dictadura, antivalores que aún prevalecen en nuestra sociedad y la deshumanizan.
Si a Ud. le interesa mejorar la calidad de vida suya y de sus semejantes, practique diariamente las normas b�sicas de urbanidad. D� los buenos d�as, conteste los mensajes que recibe, sea puntual, no deje "plantados" a los dem�s. Recuerde que los dem�s tambi�n son seres humanos, por lo que merecen consideraci�n y respeto.

 

 

 

 

 



 

AYER GRAFICO
Integrantes del Club de Esposas del Club de Leones de Colón visitan la comandancia de la Guardia Nacional.


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, dejo que otros decidan el futuro de mis hijos


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