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 Martes 15 de junio de 1999


MENSAJE
¿Dónde está el líder?

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Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

E
l espectáculo era apasionante, al extremo de ser morboso. Unas cincuenta personas lo contemplaban ávidamente. Se trataba de una joven de dieciséis años de edad, de la ciudad Ho Chi Min, en la antigua Saigón. Ella intentaba suicidarse arrojándose de un alto puente al río que corría abajo. Las cincuenta personas, sin corazón, le gritaban: "¡Tírate! ¡Tírate!." Y en un momento dado, la chica, en efecto, se lanzó al agua.

Nueve personas corrieron al borde del puente para ver caer a la joven. El peso acumulado rompió el frágil puente, y los nueve cayeron al abismo. Pero, cosa curiosa, la joven suicida fue rescatada sana y salva mientras que los nueve mórbidos curiosos perecieron en las aguas.

A la gente como que le gusta los espectáculos morbosos, truculentos, dramáticos, trágicos; especialmente el espectáculo que dan los presuntos suicidas. La gente no acude necesariamente para demostrarles cariño y aconsejarles que conserven la vida. Al cotrario, ansiosa de sangre y desgracia ajena, la gente grita: "¡Tírate! ¡Tírate!".

Se dice que cuando se junta una multitud, el nivel intelectual de la gente baja al nivel del más bruto. Lo mismo para con el sentido moral. Este también baja de grado conforme aumenta el monto de gente congregada.

"Las multitudes -concluyó Goethe- oyen mejor los gritos que las razones". Cuanta más gente se reúne en un lugar para vociferar y gritar, parece que más y más desciende el nivel de humanidad, y más y más sube el nivel de inhumanidad.

¿Será por eso que nuestros jóvenes caen tan fácilmente en la desgracia de la inmoralidad y el materialismo? "Todos lo hacen", es su excusa, y siguiendo el rumbo del montón, se reducen al nivel del menor común denominador.

¿Dónde está el joven recto? ¿Dónde está el líder íntegro? ¿Por qué tiene que ser el perverso, el injurioso, el malo, el que atrae la atención?

Dios ha creado a todo joven como un individuo. Cada uno es un ser único. No hay nada en el mundo entero que lo obligue a ser como los demás. Es un individuo en el sentido más estricto de la palabra. Más vale que no deshonre su individualidad, ni sacrifique su decencia, ni se rebaje al nivel del montón, sino que sea el líder sano, recto y fuerte que este mundo tanto necesita.

Jesucristo establece el dechado para nuestra vida. El se atrevió a ser diferente a todos los demás, dando ejemplo de rectitud, integridad y justicia. Sigamos su ejemplo. La rectitud en toda causa es mil veces más gratificante que recibir el aplauso del montón. Atrevámonos a ser responsables


 

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