MENSAJE
Sentenciado
por la computadora
Hermano Pablo,
Costa Mesa California
Entraron en
la computadora todos los datos necesarios. Los fiscales introdujeron
sus alegaciones, los abogados sus defensas, los diversos testigos
sus declaraciones, y el juez sus indicaciones. Después
de todo estuvo completo y ya nadie deseaba hablar más,
oprimieron un botón.
La computadora hizo su ruidito característico y enseguida
arrojó una tarjeta. El juez la recibió en su mano.
La tarjeta decía: "Veredicto: Culpable. Sentencia:
Pena de muerte". Todo esto ocurrió en Bangkok, Tailandia.
El condenado, Amando Yangkun, de veintiocho años de edad,
había matado a una niñita de siete años.
Ese fue el primer juicio por computadora que se llevó
en el mundo.
No hay duda que las computadoras están invadiendo todos
los rincones de la vida humana. Se hallan en muchas oficinas
de gobierno, en todos los bancos del mundo, en las agencias de
viaje y en las compañías de aviación. Están
en los hoteles, en las empresas, en los colegios y en las universidades.
Ahora, además, han entrado en los tribunales.
Dicen en Bangkok que ese sistema de justicia rinde magníficos
resultados y que es la gran solución al atoramiento de
los tribunales y de los juzgados.
Sin embargo, si una computadora, que no es más que
un aparato electrónico inventado por el ser humano y que
trabaja en base a las matemáticas, puede juzgar y sentenciar
a un hombre a la muerte. ¿qué no podrá hacer
Dios, que le ha dado al hombre la inteligencia para que invente
la computadora?
Lo cierto es que Dios no necesita ni un minuto para conocer
a fondo el delito humano. No es el tiempo el que le da a conocer
todos los atenuantes y agravantes, o el que le permite examinar
todas las leyes violadas y dictar sentencia. Dios lo sabe todo,
y la sentencia ya está dictada desde el momento en que
Adán pecó. La Biblia claramente dice: "La
paga del pecado es muerte " (Romanos 6:53).
Con todo, Dios puede hacer lo que la computadora no puede.
El puede perdonar. Y de hecho, todo hombre, al mismo tiempo que
está condenado por el pecado a muerte eterna, está,
si él lo recibe, perdonado por la obra de Jesucristo en
la cruz del Calvario. Ninguna computadora puede decir: "Tampoco
yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar". (Juan
8:11). En cambio, Jesús no sólo puede, sino que
lo hace.
Recibamos la gracia salvadora que Cristo compró para
nosotros. El perdón ya es un hecho. La aceptación
de ese perdón está en manos nuestras. No rechacemos
el amor de Dios. Recibamos su perdón.
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