EDITORIAL
Violencia
armada
La muerte a
tiros del excampeón mundial de boxeo, Alfredo Layne pone
un nuevo ingrediente a la violencia armada que azota a nuestro
país y ello es consecuencia del trasiego de drogas que
está minando a la juventud panameña.
La manera flexible con que las autoridades reprimen a los
narcotraficantes está agudizando los focos de corrupción
que hay en torno de este flagelo.
En Panamá todos saben quién vende drogas, pero
algunas autoridades y políticos se hacen de la vista gorda
para no encarcelar a los responsables de estos delitos, que traen
como consecuencia sangrientas venganzas, chantaje y extorsión.
A través de diferentes medios de comunicación
se denuncia cotidianamente los sitios o "huecos" donde
expenden drogas, pero las autoridades hacen caso omiso de estas
advertencias para frenar el desarrollo de una actividad ilícita
que proyecta una mala imagen internacional de Panamá.
El asunto ha hecho crisis desde el momento en que el boxeador
Layne estaba sindicado por delitos similares, lo mismo que su
presunto asesino, quien insólitamente estaba libre.
Los legisladores tendrán que adoptar una legislación
con sanciones severas para los narcotraficantes porque este país
se está deteriorando a pasos agigantados. Algunas autoridades
tendrán que destapar ya los huecos y la complicidad con
muchos delincuentes que venden drogas abiertamente y amenazan
a los ciudadanos que los acusan.
Es insostenible la situación de que este país
sea un santuario de narcotraficantes, por lo que todos los clubes
cívicos y las fuerzas vivas de la Nación deben
hacer una cruzada para que Panamá se libere de este flagelo
como aspiran las nuevas generaciones que quieren encontrar un
país sin ataduras ni corrupción.
PUNTO CRITICO |
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