Martes 30 de junio de 1998

 








 

 

MENSAJE
¿Criogénica o vida eterna?

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

D
esde la escuela primaria se destacó en matemáticas. En otras materias podía fallar, pero en cuanto a números, operaciones y fórmulas algebráicas, era un as. A los 30 años de edad Thomas Donaldson ya era profesor de matemáticas en la universidad de California.

Sin embargo, a los 40 años se le empezó a formar un tumor en el cerebro. Esto, además de la consternación de la enfermedad, le hizo sentir que debiera hacer todo lo posible por mantener con vida ese cerebro maravilloso que tenía. Fue así como a los 46 años de edad Thomas Donaldson le pidió permiso a un tribunal para que se le congelara el cerebro. "Tendré que morir, por supuesto -declaró él-, pero los científicos del futuro hallarán un cuerpo sano para mi cabeza y una curación para mi tumor, y mi cerebro seguirá prestándole servicio a la humanidad".

He aquí un caso más de alguien que cree en la criogénica, la ciencia de congelar un cuerpo a 195 grados centígrados bajo cero, y mantenerlo así sin descomponerse hasta hallarse una curación para su mal. Muchas personas han hecho congelar su cuerpo. Entre ellas está incluso el célebre Walt Disney, Donaldson pidió, aunque le costara su existencia, que hicieran cesar su vida, y congelaran su cerebro mientras todavía estaba sano.

Hay en el ser humano una insaciable sed de vivir para siempre. Yo no puedo aceptar que podamos, en carne y sangre, vivir eternamente, ya sea que lo intentemos por congelación o por cualquier otra ciencia. Esta carne es polvo, y como dice el Libro Sagrado: "Polvo eres, y al polvo volverás" (Génesis 3:19). Pero no deja de ser significativo el hecho de que queremos vivir para siempre. Queremos ser eternos. No será que hay algo en el ser humano que produce esta insaciable inquietud?

Sí lo hay. Es que no fuimos creados para vivir sólos los 70, 80 ó 90 años que el cuerpo dura. Somo eternos. Nuestra alma, el ser interior, fue creada para la eternidad. Pero no es el cuerpo el que dura para siempre. Es nuestra alma, nuestro espíritu, nuestro fuero interno.

Por eso es tan importante que permitamos que Cristo sea el Señor de nuestra vida. La única manera de asegurar la vida eterna con Dios es pedirle a Cristo que sea nuestro Salvador. El dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí"(Juan 14:6). El rendirnos a Cristo nos asegura la eternidad con Dios.

 

 

 

 

CULTURA
La política "fue el destino pero la literatura mi vocación.

 

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